jueves, 20 de mayo de 2004

DIARIO SIN FECHAS (POEMARIO)

Diario sin fechas, editorial Librería Popular, 2007, Albacete


Incluyo aquí, junto a la portada, la introducción, prólogos...  y una selección de poemas, porque Diario sin fechas no tiene un gran valor literario, ya que se trata del primer poemario que escribí. Tiene simplemente el valor textimonial de ser reflejo de un modo de sentir en una época determinada.






Para la presente edición, por respeto a quien colaboró conmigo, he dejado el poemario tal y como se engendró en su día, a excepción de dos títulos que he cambiado, de un poema que he quitado, de unas dedicatorias que he suprimido y del verso libre que he retocado. Mi consejo es que el lector obvie el  prólogo, la introducción y demás y, una vez que haya concluido la lectura,  vuelva a ellos, si así lo quiere, con el fin de que no le mermen su potencial capacidad receptiva.


                      Miguel Ángel Rubio Sánchez.



                     A 20 de mayo de 2004 en Albacete


“ Y el escribir a solas, sin finalidad, sin proyecto,

porque sí, porque es así, puede ofrecer el
carácter de una acción trascendental, que
sólo porque se trata de una humanísima
 acción no podemos llamarla sagrada.
Más algo tiene de rito, de conjuro y,
más aún, de ofrenda, de aceptación del
 ineludible presente temporal, y de transitar
 en el tiempo, de salirle al encuentro, como
 él hace, que no nos abandona. Y  como al fin
 el tiempo se mueve, hace moverse al ser humano;
 moverse es hacer algo, hacer algo de verdad
tan sólo. Hacer una verdad, aunque sea escribiendo”
(María Zambrano: El hombre y lo divino).

                                                                           A Francisco Javier Llamazares, que me
                                                                       apoyó como nadie lo está haciendo en mi
                                                                       faceta literaria.

                                                                                   En este mundo de locos cuerdos,
                                                                           el único cuerdo es un pobre loco.
                                                                           (Lope de Vega).
                                                                          
Un diario es un simple instrumento de la memoria, aunque no todo lo que se recuerda se haya vivido realmente o, por lo menos, no del mismo modo.
(Francisco G. Delgado: La mirada del otro)

                                                                          
                                                                       Nuestras horas son minutos
                                                                       cuando esperamos saber,
                                                                       y siglos cuando sabemos
                                                                       lo que se puede aprender.
                                                                       (Antonio Machado)

                                                                          
                                           “ Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para poder pensar,
                                            el tiempo  ha sido mi Demócrito.”
                                             (Jorge Luis Borges: Elogio de la sombra).



Introducción por Francisco Javier Llamazares.

                Las páginas que aparecen a continuación y que propongo como una introducción al poemario que tú, lector, tienes entre las manos son el resultado de mis observaciones y lectura personal de estos poemas durante los meses en los que se ha ido gestando esta incipiente criatura poética.  Así pues, aunque mi propósito no es el de hacer aquí un ejercicio de crítica literaria, no puedo evitar mi condición de estudioso y mi modo de acometer de manera analítica mi idilio con la literatura. Temo que no sea este el lugar más adecuado para un trabajo de estas características, intentaré hacerlo lo más acorde posible.

                Dice Octavio Paz que “no todo poema —o para ser exactos: no toda obra construida bajo las leyes del metro— contiene poesía[...] Hay máquinas de rimar pero no de poetizar. Por otra parte, hay poesía sin poemas; paisajes, personas y hechos suelen ser poéticos”. Pues bien, aquí Miguel Ángel Rubio consigue aunar ambos, aprehende lo poético y lo engendra bajo la forma de un poema, que no es sino la intersección donde coinciden la poesía y el hombre. El poeta, Miguel Ángel, es el hilo conductor, el eslabón que logra tan místico encuentro. Debo reconocer el asombro que me produjo lo que vi al asomarme a la ventana de este Diario sin fechas, al contemplar este pequeño lugar sin límites. Yo pude leer los primeros poemas de nuestro autor y la evolución ha sido considerable, lejos de aquellos versos encorsetados bajo las rígidas formas del metro clásico, nos encontramos aquí con un tratamiento verdaderamente poético de motivos universales como son el amor, el ser, el tiempo o el espacio. Y aunque el poemario pudiera dar la sensación  de una serie de poemas inconexos y aislados, nada más lejos de la realidad, como intentaré demostrar a continuación.

                Toda la obra se encuentra atravesada por tres temas fundamentales que la dotan de una estructura interna que le da sentido. Y no sólo la dotan de una estructura interna, sino que nos muestran las obsesiones que martillean, cual Vulcano forjando hierro a base de golpes, la percepción de los mundos imaginarios posibles de nuestro autor. Estos ejes vertebradores que ya mencioné con anterioridad son: en primer lugar, un conjunto de poemas que podríamos agrupar bajo el marbete existencial, donde el poeta se pregunta qué es y cuál es su cometido. Destaca “retrato en perspectiva diafenomenal” en el que el protagonista poético contesta a la siempre angustiosa pregunta ontológica sobre el ser y concluye: “un segundo después.../ la suma de puntos de vista/ todo sigue igual y yo no soy el mismo.”. En segundo lugar, encontramos un grupo de composiciones de corte amoroso, tan propio de los poetas que comienzan a abrirse camino. He de destacar  la composición número XXX, “Mi alrededor habla de ti”, donde el poeta se interroga sobre como la ausencia de su amada, la hace presente en todos los lugares. Y, por último, están aquellos poemas que configuran la poética del tiempo y del espacio del autor, dotando a los dos grupos primeros de unas coordenadas espacio temporales, esto es, el cronotopo desde el que ese intimista yo lírico se detiene a contemplar el devenir de la vida.

                Es cierto que estos son los ejes vertebradores  que se encuentran, a modo de nervios, vehiculando e imbricando entre sí todas las composiciones de Diario sin fechas, pero no es menos cierto que son , tan sólo, la cabeza visible de un amplio abanico de motivos desarrollados a lo largo de la obra. No podemos olvidar la condición de filólogo que ostenta nuestro manchego de Lezuza y, por tanto, vemos una serie de metapoemas en los que Miguel A. Rubio intenta resolver algunas inquietudes teóricas. Podría seguir descuartizando la criatura poética que con tanto esfuerzo a parido nuestro autor, pero creo que ese no es el objeto del presente trabajo. Eso sí, me vas a permitir un último análisis crítico. Todos los temas y motivos que ya he glosado, se encuentran desarrollados de una manera universal que dotan a los versos que los contienen a la deseada inmortalidad literaria, aunque mucho me temo que dentro de unos meses no los recuerde ni el gato. Por esto, aprovecha querido Miguel Ángel tu evanescente  momento de fama, aunque sólo sea entre tus amigos.


                               Fco. Javier Llamazares González.

                               Murcia a últimos de Junio del 2004
Prólogo por Mario Carrero Chinchilla

Ciertamente, ni siquiera los primeros balbuceos, el silabeo iniciático de los más grandes poetas de la historia, y léanse tantos como uno quiera, provocan en el panorama literario de su tiempo una multiorgásmica deflagración en cuatricomía que triza al tiempo el parnaso literario de la nación afortunada, que sin duda pronto rendirá al flamante prócer el abrumador homenaje de calles y plazas y estatuas y balas con su nombre, y la apacible existencia del, nuevo pero definitivamente, poeta, ese niño con alas malheridas, que dijo Miguel D´Ors. Ese estallido inopinado, ese punto de inflexión, si llega, queda para las primeras obras serias, y es la apócrifa dictadura de la siempre respetable crítica (por si acaso) la que se ocupa de tales marbetes. Es por ello que en vez de un megalítico estudio, con introducción, análisis, conclusión, ruegos y preguntas y notas al pie, y canapés y agradecimientos y camisetas con su nombre a manos de un consagrado inquisidor heurístico me corresponde a mí, que ni soy exegeta ni soy humilde, ni mucho menos servidor de nadie, y tampoco poeta, aunque sí amigo, dibujar apenas las líneas de fuerza de Diario sin fechas.

Un juego: imaginen un mundo sin cruces donde un demiurgo al que de un modo del todo casual llamaremos Platón determina que la existencia se estructura, se plasma, se completa y se dirime en un doble juego de zonas de luz, en un dédalo de espejos enfrentados donde arriba es tesis y abajo es praxis. I wonder if you can, Lennon mediante… Imaginen ahora, en un alarde de anacronismo y estrambote, que las núbiles ideas cuya sombra proyectada verticalmente ad infinitum erige un no-mundo que varios astrónomos decidieron, no sin polémica, recompensar con la muy sólida onomástica de Tierra. Ahora piensen en Borges. Deléitense. Piensen de nuevo en Borges —nunca es demasiado, o tal vez demasiado es casi nada—, pero esta vez no como ente físico, sensible, corpóreo y mensurable, terrícola en suma, sino como conjunción ectoplásmica e interestelar de ideas que, invertido el proceso, o tal vez completado en un prodigio de retroalimentación (discúlpese la jerga), al ser Borges concreción contaminada de la idea de Borges, y ser al mismo tiempo, ya en el limbo celeste, una segunda idea de Borges (por su excelencia, por qué no, demiurgo, tirano o introductor, apenas importa) sublimación incorpórea de la suprema encarnación de Borges, con discípulos superando al maestro, moldes rotos, grandes expectativas rebasadas y demás ornamentación de lugares comunes como justificación. Si este mundo dúplice tuviese cruces, alguien hubiese escrito que Borges, hijo de un Dios menor, descendió al mundo (y ángeles, y profetas, y crucifijos pero no velos en Francia, claro) con todo un testamento de mandamientos literarios en piedra –—si hubiese cruces, el escriba se hubiese muy bien ganado una por tergiversar—, y que con su obra habría dignificado y probado la idea de la divinidad, y al tiempo habría redimido todos los pecados que, ¡oh, literatura! se cometen en tu nombre.

Pues bien, en un diario sin fechas reaparece, si no el propio Borges, porque una sotana de paso refractario y alcanfor declama vehemente en la televisión pública, sí sus obsesiones, sus tiempos, sus espacios, sus aprecios, sus fobias. En la galería de espejos que se desafían a lo largo de un corredor que es clépsidra, aunque nunca el mismo río, y cuya existencia espectral y replicante, casi copulativa, tanto hubiese horrorizado a quién no podía verse, asimismo, reflejado —tal vez la única reflexión que no le estaba dada—, un Diario sin fechas recoge el influjo borgiano de un modo transparente, desde la elección de citas hasta la entrevisión de mundos, pasando por sus imágenes y sus mitologías. Pero no sólo es Borges. La combinación precisa, la aleada coalescencia de un Gabriel y Galán y su desgarro de la España profunda, su folclorismo enternecido, con la pintura crepuscular y terrosa de un Machado, con la trilceza universal de Vallejo y con quién sintiera Fervor de Buenos Aires da un personalísimo cromatismo a una voz que se antoja más personal que entonces (En busca de una voz poética), mas aun tierna.

Ciertamente, en su colección de mariposas capturadas en desvelado vuelo, vuelo de mariposas y vuelo de poeta, Miguel Ángel Rubio acude a la libertad ineluctable del poema narrativo, sin más fronteras que las del alma ni más compromiso que su verdad irreductible, despojándose del yugo de miel de la rima y del insobornable rigor del metro clásico, consciente de la impertinencia del neón en la catacumba de su introspección, ora descriptiva y reposada, ora entrecortada y palpitante, en ocasiones tópica pero siempre singularmente formulada.

Decir que el desamor y sus anhelos, la muerte, la soledad o el paso del tiempo hacen salmódica aparición entre los versos del poeta es apenas el corolario sine qua non del silogismo poético. Sin embargo, la semántica conjunta, el imaginario intencional del poemario excede a la inefabilidad de los reseñados puntos cardinales al adentrarse, en leve sondeo por lo general, en metapoesías, mitologismos, invectivas y sumarios vitales, avenidas secundarias en el mapa de esa nación de pájaros que se llama Alma, o tal vez libro. Diremos entonces que el centro de Diario sin fechas está en todas partes, y que su circunferencia es ninguna, porque la idea de alma, de su alma, recae hoy, casi diluvia, en estas páginas —caducifolias, me temo— , transida ya de mística ansiedad, de unitiva pulsión que devuelva a los versos de Miguel Ángel Rubio, en el mundo sin cruces que dibuja su pluma, la idea de un alma que se hizo poesía y que era el río, pero ya no era, o será, definitivamente el mismo río.


                                                               Mario Carrero Chinchilla



Unas palabras del autor.

             Sin duda alguna, al empezar esta especie de introducción, sólo tengo palabras de gratitud para todos aquellos lectores que compartieron conmigo la ilusión de mi primera obra: En busca de una voz poética. Creo que eso de obra es algo muy grandioso para lo que fue aquello; yo, más bien, diría que no eran más que unos ejercicios métricos, torpes, como los primeros pasos que da cualquier escritor por el mundo de la creación literaria. A pesar de todo, de alguna manera, ya aparecen vertidas algunas de mis concepciones y teorías sobre la vida, la literatura y demás, como por ejemplo: la noción de héroe moderno, es decir, el héroe que nace con la novela moderna y que es ése que no tiene cabida en la sociedad; un ser inadaptado que no tiene más remedio que vivir la vida al margen de lo que le ofrece la misma por no estar de acuerdo con la realidad circundante y espiritual. En cambio, junto a lo anterior, aparecían parámetros de lo que es la concepción temporal decadente que nos ha legado el cristianismo; además, ya aparecía algún que otro verso que remitía a una intertextualidad de intertextualidades; por último, otro de los conceptos que en aquel libro aparecía era la importancia de la literatura en la vida y el idealismo que ello aporta a la realidad. ¿La Realidad o el Deseo?

                 Ahora, ya fuera de metros clásicos y de las imposiciones de la rima, en esta obra, me dispongo a encontrar una voz más personal, porque aquí ya no me instalo en los usos amorosos de la poesía de XVI, ya no estoy sometido a un corpus sistemático de reglas, aunque había lirismo, lo restringen y le dan un tono de inautenticidad. Ya, algunos versos de este libro, sí que veo esa voz poética: con esa sintaxis entrecortada reflejo de mi alma, unas palabras que van derramando y esparciendo tristeza por donde aparecen. En definitiva, una voz honda, personal, teñida de ocres, de ecos becquerianos, de nostalgia machadiana, de tristeza vallejiana y de experiencia literaria y personal.

                 Se preguntaran ustedes que de dónde he sacado este título y qué significa. Al principio, el título que iba a dar nombre a este poemario era Poemas de un poeta recién llegado a la poesía, pero, después, cuando pasó el tiempo, eso empezó a no gustarme y divagando me encontré con este otro: Diario sin fechas. Sí, y es que la verdad es ésta: todos los poemas que aparecen aquí fueron escritos en el período que abarca desde el mes de julio del 2003 hasta el 25 de diciembre del mismo año. Puesto que en mi vida es una constante la asistematicidad, no apunto fechas cuando escribo, ni lo que tengo que hacer día a día: eso es impensable y así lo he plasmado en esta obra. Algunos me dicen que estoy loco, pero la locura, en los términos en los que yo la entiendo, es un halago.

                 Me preguntaban algunos de los lectores de mi otra obra que cuánto de realidad había en la misma; yo, mientras pensaba  qué contestarles, les decía que la realidad alimenta a la ficción, pero que, a su vez, la ficción, la fantasía pueden generar más ficción. De hecho, aunque no lo parezca, el contenido de realidad que llega de la poesía al lector es mínimo o, más bien, muy restringido —y a la vez universal—, porque la idea que llega a la mente del receptor es fruto de un doble proceso de subjetividad, es decir: en primer lugar, el poeta se encuentra con una realidad objetiva, como puede ser su experiencia, sus fantasías, sus reflexiones, sus lecturas y, en definitiva, su vida misma.; en segundo lugar, el hacedor, escritor, aprehende subjetivamente esa realidad ya sea sensible o espiritual y la transforma en un poema, que es un hecho objetivo; por último, esto llega al lector, que se enfrenta a la actividad de interpretar hermenéuticamente, aunque de manera viciada, ese hecho poemático con sus prejuicios, manías, lecturas, sensibilidad..., y le da un significado totalmente subjetivo, personal y, desde luego, válido.

                 No obstante, dejando a un lado todas estas teorías, quisiera agradecer a Francisco Javier Llamazares todo lo que ha hecho por mí: asistió al nacimiento de cada uno de estos versos —de hecho fue el primero en leerlos— y me señaló algunos retoques que precisaban algunos de ellos; por otro lado, me aportó ideas para mejorar  el libro, como la inclusión de  dibujos; pero, sin lugar a dudas, lo más importante tal vez sea que, siendo menor que yo, todos los días me da consejos de padre, consejos que me ayudan a vivir, a soportar la intrincada realidad y las incógnitas que día a día se me presentan. No guardo más que buenos recuerdos de su persona desde que llegué aquí a Murcia y es que no ha parado de hacer cosas por mí. Creo que una buena manera de mostrarte mi gratitud y mi deuda intelectual es dedicarle este libro. Gracias por ayudarme a entender que una cosa es la realidad y otra es el deseo.

                 Del mismo modo, quisiera agradecer a Mario Carrero el seguimiento que hizo de este libro y del otro en esa ciudad que ya es un género literario: Madrid. Mario, compañero de estudios en Ciudad Real y amigo vital en el antes y el ahora, fue el que guió un poco mis pasos por el mundo de la poesía, porque defectos tiene muchos —los propios de un genio que tiene que aprender al margen de los que le oferta una realidad caótica, mezquina e insuficiente—, pero un buen criterio para esta manera de entender la vida también lo tiene. Algo aprendí de él, de su dificultad y de La prisa de Juan Carlos Suñén. A todo lo anterior, hay que añadir ése,  su Diccionario surrealista, que me iba enviando por correo electrónico. Además, hay una cosa que no se me olvidará nunca y es que, cuando el agua de la tormenta difuminaba el rostro a la realidad, estuvo más que nadie a mi lado.

                 De ninguna manera se me podía olvidar dar las gracias a quien, cuando tuve que emprender un camino diferente, persiguió que en la distancia nos mantuviera unidos el recuerdo de un pasado aledaño y común y, en la proximidad, la cercanía misma, a pesar de tener dos horizontes de expectativas distintos. Me refiero a Higinio Gómez. Simplemente gracias.

                 De igual manera, si soy equitativo, debo hacer referencia a  una historia que a fin de cuentas está relacionada con este libro. Su argumento versa sobre como conocí a María José Nicolás. Y es que la conocí por casualidad. Lo recuerdo perfectamente. Fue el primer año que llegué a Murcia, es decir, el año pasado, cuando no recordaba  haberla visto por clase, empezó a aparecer con dos compañeras y lo que comenzó como unas esporádicas charlas sobre Gramática Histórica, terminó en una gran amistad, porque, como ella misma me dijo, detrás de esa fría coraza que me recubre, encontró una gran persona y un gran amigo. De hecho, se ha convertido en mi confidente, en mi apoyo de Murcia. Si no llega a ser por ella, no tendría el libro dibujos, porque el dibujante inicial se echó atrás y ella me comentó la vocación que su padre tenía de artista. Así ha sido como su padre, Antonio Nicolás, se ha convertido en el dibujante que ha plasmado su manera de ver la realidad por medio de mis poemas en este libro. Ha demostrado ser un  hombre muy comprensivo, porque, cuando le di las gracias, comprendió que los bolsillos de los estudiantes están igual que la despensa del Lazarillo de Tormes, que por no haber, creo que no hay más que telarañas; él simplemente me dijo que a los jóvenes artistas hay que ayudarlos. Gracias a ambos.

                 Viendo que esto se va configurando como un capítulo de agradecimientos, no se me puede pasar dar la gracias al profesor D. Ángel Munera Martínez, que dio acogida a éstos, mis hijos del alma, en el periódico El cirio cascarrín. Por otro lado, no puedo dejar de agradecer lo que mis padres pusieron a mi disposición: fue una pequeña biblioteca de la que sin duda puedo decir que este libro es hijo, porque en los libros están escritas todas las vidas habidas y por haber.

                 No todo pueden ser palabras de agradecimiento, porque, para una persona que, como yo, es adicta a la amistad, me hace mucho daño que el tiempo y las distancias —tan sólo dos palabras— nos separen, aunque estéis pendiendo del mismo hilo, del hilo del recuerdo, no nos vemos casi nunca. Pero contra eso no se puede luchar y la comunicación se puebla de silencios. Sin embargo, hay quienes, cuando nos vemos, se escudan en un luego tomamos algo o en un mañana nos vemos, sabiendo que mañana y luego son el cumplo ahora y el mañana ha de ser nunca. Eso no me gusta nada, pero es su manera de entender las amistades —o de quitarme del medio— y yo la respeto, aunque, obviamente no la comparto. ¡Qué curioso!, luego me llaman loco, porque en las tardes noches de soledad suelo unir versos con mi sombras en mi habitación, pero de más locos es dejar que, en una amistad, sea el silencio el que hable y condenarla así a un rutinario olvido.

                 Sin más dilación, os deseo que disfrutéis de estos poemas surgidos de la vida y de la literatura. No puedo despedirme sin pretender una cosa: la poesía es una forma de reflexionar sobre la vida, es decir, de aprehenderla y de actuar ante ella y no, como han tratado de ver algunos, un vehículo de cotilleos. ¿Qué importa si esto lo escrito yo? ¿Qué importa si esto es Realidad, Fantasía, Ficción, Ensueño, Fantasmas o lo que sea? Lo importante es ese sentimiento y la manera de plasmarlo. De aquí, no de otro lado, se pueden aprender muchas cosas. Ya me contaréis.


                               Miguel Ángel Rubio Sánchez.

                            
                     12 de enero de 2004 en Murcia


                 Después de siete meses de silencios, reunidas las diferentes partes, me acerco de nuevo a ésta, mi criatura poética, y me ocurre lo mismo que con la primera obra: no estoy muy de acuerdo con parte de ella.  De hecho si tuviera que sacar ahora En busca de una voz poética, simplemente no lo haría; la destruiría porque no suena a mí: esa voz no es la mía, aunque sí lo son parte de los sentimientos que en ella mueren. Parece que esto de contemplar las cosas desde la distancia, como decía Francisco González de Ledesma, te da otra perspectiva de las cosas. No obstante, en aquellos momentos es lo que mi alma me dictaba —ahora lo plasmaría de otra manera—, pero, a pesar de ello, lo voy a dejar tal y como nacieron para que vosotros, por un lado, veáis la evolución y para que yo, por otro, me cerciore de que los errores están ahí y que hay que trabajar para mejorarlos. Cuando releo poemas como utópico encuentro místico, me percato de que  ahí está mi voz en duelo con la de otros poetas y, tal vez, en ese momento, estuviera muy influenciado por las lecturas de aquel entonces. Creo que esos poemas tienen mucho de influencias y poco de personal —son casi una continuación de la primera obra—. Junto a estos poemas, hay otros en los que sí soy yo plenamente, en los que late mi sentimiento adosado a mi voz. Aprovechando la ocasión, os anuncio que de la tercera obra, Realidad de la realidad, llevo escritos veinte poemas, aunque esta tardará algo más. A todo lo anterior, me gustaría comunicaros que, también, estoy escribiendo una novela de la que llevo escrita la mitad. Su nombre es Amor en pretérito eterno.


                     Miguel Ángel Rubio Sánchez

                            

Lezuza a 13 de julio de 2004 en una tarde noche de silencios y de absurdos.






                        


                                    I

                                               A Natalio Avendaño

El mundo es una actividad de la mente”. (J.L.Borges).

Tierra de mi abolengo.

            La tierra,
en la madrugada,
se ha vestido con un manto de escarcha;
bordones morados y ramas de sangre cuajada;
grietas que son venas de ausencia.
Tierra castellana, blanquecina y mustia.

            Los árboles
—mutilándolos y alargándoles la agonía—
vida y sentido de la existencia misma:
hijo de esta tierra  que muere
clamando un porqué al cielo;
a la inversa, superficie lisa y de esperanza
que desembocas en las arrugas de una piel
que abraza y muere en la tierra.

            Las hojas cayeron al suelo,
a morir,
sin haber sido verdes,
porque no estás...

      Los borrones nacen sabiendo que serán
fulminados
con los primeros hielos de marzo y abril,
porque no quieren no verte...

            Todos ellos,
en su diálogo mudo con el aire
le preguntan: “¿Dónde está?”;
él, con soplo sutil,
apunta al cielo.

—Las cosas se niegan a existir sin ti—.

            La choza,
alegría de su tiempo,
            refugio de telarañas,
            búnker que perdió su razón de ser.

Los ritos de evasión
crepitan en la ceniza
tu espíritu hacedor .

—El paisaje y mi alma son un mismo significado—.

            Aunque ciegos, habéis visto tantas cosas
y todo para nada: ahora allí;
antes aquí;
                                               después
memoria moribunda
             para unas cuantas décadas












                                   II
                                      A Manuel Lozano que, ante todo, demostró ser
un amigo cuando tuve que abandonar a los
otros amigos y enfrentarme a la realidad de unas caras 
con el rostro por definir. Gracias.

                                                               “[...]para el mediocre la felicidad consiste en
ser mediocre.”
(Friedrich Wilhem Nietzsche: El Anticristo)

   Nosocomio

Solemnidad, que albergas muerte;
            —SUFRIMIENTO—
mole a imitación de catedral dejada de la mano de Dios
—de los que padecen y ven padecer.
Anhelan muerte
para liberarse del no vivir—.

Termómetros alcohólicos;
algodones y sedas blancas
empañan tulipanes morados;
sábanas blancas almidonadas
con sudores estertores;
olor a formulación y evanescencia.

La vida se duela con la muerte
            falacias de verde esperanza;
            fehacientes tragedias de rojo cromático.
Antes
 o
                                               después
la muerte siempre vence.

Los rostros:
textos de postrera tinta indeleble  y cuadros
de dibujos cambiantes
que relatan
—en no creyentes con circunstancial fe ciega—
la ante mortem.

Tu nombre
eterno y  pretencioso: ” Hospital”:
es,
fue        y          será
anuncio y taquilla del Leteo.



  



                                   III

                                               “Somos una sucesión de presentes
difuntos.” (Francisco de Quevedo).

                   Por las calles de esta ciudad

Hoy,
 que será siempre,
camino hacia el templo de la sabiduría,
me he encontrado con una fuente de piedra
rugosa, áspera, marchita, sin adornos,
con un estanque estancado en el que el agua era verde.

Ahí,
se veía la imagen duplicada del paisaje:
una iglesia con una torre mirando hacia el infierno, unos edificios...
Yo he vuelto para ver mi imagen narcisa y melga,
pero sólo he visto una silueta,
            sin rostro,
 sin nadie;
un espectro,
una sombra,
            Mi nada.










                                   IV

                                                “Y no es de extrañar que los más profundos
problemas no sean problema alguno.”
(Ludwig Wittgenstein: Tractatus logico philosophicus)

                 El soldado y la paloma.

            Una blanca paloma
espera        y         espera
    y,
 mientras espera,
se le puede ir la vez
   y hasta la vida.

Hay un soldado,
que tiene a esta blanca paloma,
comiendo en su mano.
como pájara,
astuta
y como blanca,
pura.
Él la coge y le dice:
“¡Márchate! ¡No te quiero!”
Ella vuelve;
se posa a sus pies,
mirándolo,
esperando ávida
algo más.

            Él se ha marchado al frente,
 a luchar;
ella está cautiva en su libertad,
porque él es su soplo,
su aliento,
su hado y su vida:
—le falta algo—


Ella,
antes de conciliar el sueño,
se pregunta:
“¿Volverá por mí?”
“¿Se acordará de mí?”
El eco y la nada responden con el silencio
... y concilia el sueño,
     soñando con él.

           
                 





V
                     A Leticia Jiménez por ser así
y porque hemos paseado muchas
veces por este lugar.

“[...]lo que tenemos puede no hacernos felices, pero lo que nos falta nos hace ciertamente desdichados”.
(A.  Schopenhauer).

                           El patio

            Otra vez aquí,
en este lugar,
poblado por los zureos de las palomas,
por la evanescencia de unas voces,
por la sombra de los que pasean,
por las pisadas que va dejando el sol
            mientras pasea por el día.

            Te veo,
pero no con los ojos que te vi:
nada ha cambiado y todo es diferente.
Un año más;
 un año menos de vida.
El dichoso fluir temporal
constante, incesante y corrosivo.

            Los escalones descarnados,
desnudos,
en roca viva,
aguantando día tras día
las pisadas
de sabios, estudiantes,
trabajadores y buitres.

            Y yo, aquí,
pensativo,
dubitativo,
  solo, leyendo Maneras de estar solo
e intentando encontrar
razones en medio de la Nada.
                                   




VI
                                      A Guiomar

“Yo me seré epitafio al caminante,
pues le dirá sin vida el rostro mío:
“Ya fue gloria de amor hacerme guerra”
(Francisco de Quevedo: Poemas amorosos).

                   Utópico encuentro místico

            Un alma, la mía,
ansía ver la luz de la otra. Algo:
una  mirada,
una respuesta,
una palabra,...

            Mi amada,
como gota de agua en el tiempo que resbala por un chuzo
[con el fin de desaparecer,
 rosa blanca que mudaste hacia gladiolos y lirios,
no sabes,
no quieres,
has olvidado,
no puedes leer mis versos.
Jamás ansié tanto una llamada
y jamás tardó tanto:
—tal vez nunca llegue—
Me  ignoras
y evitas tan sin hacer ruido.
Has llenado la mitad de mi vida;
has sido motivo de esta mi vida;
me has dado tanto y yo te he dado tan poco:
—-no te he dado nada—
Nunca estará completo este vivir muriendo:
pues yo moriré sin vivir en ti,
ya nunca podrá salir mi alma de este cuerpo.
Hay un corazón que muere mientras vive.
Nunca podré participar de Dios.
                                  





























                                   VIII
                                      A  Guiomar

                                                               “¿Qué es amor?”, me preguntaba
                                                               una niña. Contesté:
                                                               “verte una vez  y pensar
haberte visto otra.”
(Antonio Machado)

desearon dormir y obtuvieron los dones del sueño.”
(Homero:Odisea).

                  Encuentro metaonírico.

Anoche, soñé que soñaba
—¿Ensoñaba que soñé?—
—¿Soñé  que ensoñaba?—
que mi amada me musitaba
                                                           unas palabras al oído:
eran toda ella.
Yo le di mis labios:
eran todo mi ser y mi metafísica

            Ella contempló su belleza en mis ojos;
yo, la mía, en los suyos
y nuestras almas estuvieron,
por unos momentos,
                        con Dios.

[...]Desperté y allí estaba la neblina que empaña mi vida;
 el aire,
            con sus dedos invisibles,
jugaba y acariciaba las cortinas;
 ella no estaba,
pero le había dado un soplo de literatura
 a mi vida.
                      






                                                 IX

“Ese sabor hipnotizado que me vino a la boca: un ruido como de cristales rotos en el fondo horrorizado de mi cráneo.” (Mayra Montero: Dorso de diamante).

                  Nausicaa, Ulises y Homero. (II)

¡Nausicaa,
tu nombre se ha convertido en un dolor de cabeza;
en una flecha rotativa, punzante y estridente
que me devora el cerebro
y me taladra la entrañas!

¡Nausicaa,
tu imagen es un espectro que me sigue
y me persigue;
es un depredador
y un apelativo que pertenece
a la memoria del olvido,
pero que vive y reina en mi presente!

¡Nausicaa,
hace ya tiempo que abandoné tu isla;
abandona mi vida,
mi memoria, mi recuerdo,
mi cuerpo, mis palabras
y déjame morir mi vida!

¿Nausicaa,
 es que no te das cuenta?
Ulises te abandonó:
Homero te ignora;
ambos sólo tienen un deseo:
                                   PAZ.
...Me das miedo.
                                   X
                                      “Uno vive robando. Robando aire para
respirar” J.L.Borges

Las calles
                 de tierra desmayada
                                albergan inquietas
                                                los recuerdos de amor al odio y muertes vivas.

Las gentes
                caladas por la necesidad
                                       sólo sabían de rosas de hambre,
                                                                       nenúfares de necesidad
                                                                                      y gladiolos de desigualdad.

       Los niños asimilaron,
                           en la escuela de la vida,
                                              que la mayoría de edad para cultivar la madre tierra
                                                                                      son ocho años.

Pero como una chispa en un mar de oscuridad,

                Alguien

      iluminó que las almas se pueden expresar:
                               lidió batallas contra profecías
                                                porque lo mantenía vivo una batería anémica.
                las calles olieron la ilusión y se vistieron de expresión humana..

Un dios griego escupió
                                       fatalismo en el anfiteatro
                                                                                de aquel acontecer:
                         como los hijos de la ira,  la unión quedó desperdigada.

Aquel corazón de latidos inconstantes
                        esparció semillas de resurrección:
                                       las almas prolongadas volvieron a sonar
                       eran los niños del ayer en los niños del hoy;
                las gentes dijeron que sí:
las calles recordaron la vida.

Ya los veo:

                pero

                no son más que dados rodando con rostro de interrogación
                        —la incertidumbre ya no les permite rodar sobre la ilusión—
                la presión invisible de un infierno de metal                                                                                                                        que los detiene
                                                                                                      para desvanecerlos.
                Otro dado ocupa su lugar...
son menos los dados que ruedan al son de tu imán de religiosa esclavitud.


























                                   XI
                                      A Higinio Gómez.
                  
                                      “Su temperamento era el de todo hombre de
talento, y consistía en una mezcla de
misantropía, sensibilidad y entusiasmo”
(Edgar Allan Poe: La caja oblonga).

                                    Los trazos de una vida

Esta odisea comienza cuando yo contaba unos meses.
Y se llama Odisea, porque es un viaje sin retorno
de un hombre que ya es un héroe.

Ab initio...

            La semilla,
que ya lleva impresa la potencial muerte,
se soterró en la tierra
en la habitación de una casa de pueblo,
con unas paredes puras
                                                           de tres manos de enjalbegado
y una humedad en las raíces que,
 como bestia hambrienta,
lo va devorando;
un terrazo ondulado, con el cemento atrincherado...

La infancia...
            recuerdos
—anhelando resurrección— 
de una parra, un perro, gallinas, una California y los Joal  en miniatura;
unas tapias de cal...
 otras veces,, la unión de las rocas en vivo,
                        en medio del monte,
las ratas que se mueven medrosas
y con libertad por el  pajar...;
fue desempeñar la labor de un hombre
cuando no había aprendido a ser niño.

La adolescencia...

Jornadas bucólicas,
                                   pero fuera de la literatura,
            sin literatura y con mucho realismo
—empiezan antes de salir el sol;
                        terminan bien entrada la noche—
Los días de solsticio
preparando forraje para el invierno
—estos personajes de fábula y bucólicos comen todos los días:
                        cada día es igual al anterior—.
No hay tiempo para más,
los estudios quedan a un lado.

Vivir la semana
        deseando que llegue el fin de semana:
  el humo del tabaco
frena      la       rutina, envuelve  y diluye las penas;
la soledad queda consumida
en el fondo de los vasos de cerveza
y los vodkas con limón.

—Saboreando  amargura sin haber saboreado dulces—

Hoy,
está por ahí,
en algún lugar,
controlando las directrices
con una esfera que luce un rombo;
combinando engranajes,
midiendo fuerzas,
calculando dimensiones,
cerrando la espita de las
válvulas y los calderines
                                               —pssssssss...—

y con la mirada puesta en el  i n f i n i t o
de    las    líneas    de    la    carretera,
monologa su soledad
con el asiento del acompañante
que se queja del peso del vacío...
Éstas carreteras no se acaban nunca,
se repiten
—son tiempo griego—
son la vida de una persona.

Pasa un día[...]                         y otro[...]                      y otro[...],
esperando que llegue el fin de semana
para enterrar el cansancio en las sábanas.
Y todo vuelve a empezar.





                                   XII

                                                   La palabra, en cuanto letra, ha de ser justa,
precisa,  insustituible, fiel a la idea que expresa. Una vasija de finísimo cristal a cuyo través se ve el licor de su significado.  La vasija no ha de verse. Es un simple recipiente que impide que la idea se derrame.
( Artículo)

                                                                              A José Lucas que, antes que yo, también vagó
por estas calles.

                                  Esta ciudad

Estas calles angostas y estrechas,
pobladas por el recuerdo del ayer,
donde no está mi ayer,
que son de otro tiempo. Sí,
del siglo XVII y un libro hablando.

            La ciudad está más viva que nunca:
los grillos cantan
                        y hasta el silencio les responde.

            La catedral,
 grisácea como el buche de  palomo, dándoles cobijo.
Entre esos claros y obscuros
se levanta la admiración del espectador,
al que tú respondes con los zureos que espían.

            ¡Qué triste!

Éstas sólo serán unas cuantas páginas
de ese libro que se llama vida,
que Dios y yo
         escribimos en nuestros ratos libres.

¡Fíjate!
Los músicos no están
y la noche ha echado a los enamorados el manto de la oscuridad.

El río, aunque gloria de otro tiempo, fluye y está.
   Lo habitan unos cuantos patos
que nadan en la contaminación.

Ésta es una ciudad
para verla por la noche.




XIII


                                                                              Si entendemos, entendemos
porque nos hemos emocionado.
(Carlos Bousoño)
                                                                              
A todos mis amigos de aquella época.

                            Un recuerdo

Aquella ciudad es algo más
                                   que unos recuerdos en pretérito perfecto,
que humanos con aspiraciones de dioses,
                        en un mundo en el que no hay más cielos;
que unos edificios en los que primaba
 la estética
sobre la funcionalidad.

Fue algo más que la vida en la celda de un claustro dejado de la mano de Dios,
donde se celebraban los días de diario
 por ser de diario;
la marihuana que crecía en las ventanas de enfrente;
el ruido pasajero y fugaz del AVE;
el subir y bajar por unos caracoles con un hongo metálico

fueron los primeros pasos por y hacia
                                                                       la madurez;
fue la primera decisión que guiaría el rumbo de mi vida:
fue la elección de una disciplina en la que el sujeto puede decir algo;
fue el sentirme enteramente vivo;
fue la elección de hacer
lo  que  no acabaría como esperaba,
-—concluiría en otro lugar y con otra gloria—;
fue el conocimiento de una poca poesía
por el que no sabía que tenía algo de poeta;
fue la prueba de que lo fundamental
no deja de ser trivial;
fue la confirmación de los pasos
 por    el    camino     de    la    soledad;
fue el encuentro con nuevos ideales;
fue el primer contacto con viejos sabios
fue la comprensión de la palabra amistad;
fue la asimilación de la palabra trabajo;
fue dar vida a un corazón atrofiado;
fue la aproximación
a la posibilidad de tener una visión diafenomenal de la realidad.

Ahora,
aquella ciudad forma parte de mi ser,
es presentez en el presente,
es presentez del pasado
Es algo,
que quedó
atrás                            y  vive en el ahora.







  

XIV
                            A Guiomar

                            Pisando la tierra dura
                                               de continuo el hombre está,
                                               y cada paso que da
es sobre su sepultura.
(Calderón De La Barca)

        ¿Y qué es la vida?

Parece que la vida es algo más...

            que un teatro tramoyista
            dirigido por unos cuantos absolutistas;
           
que una historia sin acicate,
que se repite hasta lo inmemorial
una y otra vez,
con distintos personajes, en distinto tiempo
¿Y en un espacio distinto?¿Distorsionado?

que unas huellas, en la lluvia,
para ser borradas
                        por la memoria del olvido

que un derecho utópico:
ser feliz;
que una certeza absoluta:
 la muerte,
que ya viene sembrada y abonada en la semilla.
que una metafísica surgida del miedo
para justificarlo.

que
 un
                                    viaje
                                                        en
                                                                 paracaídas.

que una lucha eterna
para unos mismos perdedores.
que una búsqueda de razones
en medio de  la Nada.

No. La vida es poesía y poesía podrías ser tú










                            XV

                                              
                                               “Llegó la noche y no encontré un  asilo,
                                                               ¡y tuve sed!... mis lágrimas bebí,
                                                               ¡y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos
cerré para morir!”
(Gustavo Adolfo Bécquer: Rimas)

                        ¿Es que ha muerto alguien?

El día de hoy era diferente:
un día descosido de la continuidad,
parecía un día difunto:
el tiempo dejó de fluir:
todo estaba en quietud,
no había nadie, nadie y nadie;
no se oía nada. Sí...:
el oxígeno, nitrógeno y argón
con sus dosis
de monóxido de carbono,
—eso que llaman aire—
con sus pasos sibilantes,
sólo los mustios árboles me advirtieron tu presencia,
en las hojas temblorosas,
que se mueven al son de tu soplo;
la fuente
no echa agua, es una taza
que alberga el remanso y la quietud;
las campanas
no suenan;
los maniquíes
han dejado de bucear por los escaparates;
las palomas no están y los zureos no se oyen.
¿Qué ocurre? ¿Es que ha muerto alguien?







                                   XVI

                                                           [...] el deber primero de los hombres es
precisamente estar como tales en la tierra,
conocer el mundo que les rodea y sentirse parte
de él. (Ricardo Gullón)

A José  Manuel Romero.
                          La leyenda y yo,

     En torno a mí,
no hay más que una Leyenda:
su parte de verdad tiene
y
su parte de mito posee.
Sí,
pero es que ha surgido de la nada
y, como tal, ha de morir en la nada.

¿Cómo se ha engendrado?
Yo sólo creo tener certeza de una cosa:
he hecho lo que debía y también me he equivocado.
Me he mantenido al margen
y, sin engendrarte,  te he abonado,
sólo haciendo lo que tenía que hacer:
ser fiel a mis principios;
ser leal a mi decoro;
renunciar a los esnobismos;
rechazar muchos buenos momentos;
...
¿Qué es todo esto?
El nacimiento de un héroe moderno;
la semilla de un mito;
un camino con un principio incierto
                                   y con un final confuso y  difuso,
pero con una nota que lo define:
un proceso continuo,  progresivo
e irreversible
—creo—
 hacia la soledad.












                                    XVII
                                               A Basilio Pujante Cascales

                                                                 Mirar el río hecho de otro tiempo y agua
 y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
                                                               y saber que los rostros pasan como el agua
                                                               (Jorge Luis Borges: El hacedor).

                            Tiempo

El tiempo corre ansioso,
como el fuego que está siendo
empujado por el huracán,
donde ayer es hoy;
         hoy es mañana y
      mañana es la muerte.

¿Qué es lo que hay al final
 de este camino
para ansiarlo con tanta urgencia?
No sé, todo es tan pasajero y fugaz
que no te da tiempo a pensar nada,
porque, cuando menos lo esperas
                                   y más vivo estás,
                                                           la vida es esclava de la muerte.

            



XVIII


Es curioso, pero vivir consiste en construir futuros recuerdos.
(Ernesto Sábato).

                  Hacia una década de decadencias

En el ayer todo empezó, que parece
 hoy,
y terminará en el  mañana
que no tardará en ser hoy.

         Ésta es una sucesión de hechos que no se puede llamar
 historia
porque no tienen cohesión.


Al principio,
         al igual que en otras muchas vidas,
                        que quieren aferrarse a algo,
                                               se empieza buscando,
                                                           sin saber lo que se busca;

                        luego,
                                   sabiendo lo que se busca, se vuelve
                        para encontrar
                                   una lucha, sin tregua,
                        contra el hado
—sólo había más ganas que aliento—,
pero fueron las fiestas de todos para todos
por toda la ciudad;
fue la época de la obediencia ciega a un ideal
que no tenía existencia
—yo ya lo veía—
no,... no era más que una sombra volátil y efervescente que ya iba
                                   diluyéndose
                                               en su nada, en sus incoherencias,
                                                           y  en su no decoro.
         Llega el momento de la anagnórisis:
                        un desengaño no puede mantener
                                               viva
                        una ilusión.
                                   Todo ha sido un viaje del menos a lo menos.
Siempre ha sido y será lo mismo para los mismos:
                                                           una historia en tiempo griego.

Ya han pasado,             p  a  s  a  n       o                      pasarán
                        diez años
y no queda más que esa melancolía del recuerdo
                                   por el que unas cuantas sombras
                        todavía se pasean;
         el sustrato de unas cenizas,
                        en las que ninguna ave fénix
                                                           puede ya renacer,
porque ya es historia de unos cuantos muertos dispersos
         que hacen las veces de zombis,
                        porque todavía creen en algo..

La duda me sume  en el qué hacer:
Ser individuo antisistema;
permanecer en el sistema pasivamente;
abandonar el sistema;
....
Ahora, ya,
         en lo alto del camino,
no hay aliento, ni tampoco ánimo.







                                   XIX
                            El amor es una rencilla que se
                                               resuelve en el lecho.”
                                                (Andrés de Luna: El hogar del fuego).

                   Tu elogio de la sombra.

A pesar de todo,   t o d o   c o n t i n ú a:
         el tiempo pasa sigiloso,
como el felino que acecha su presa,
                                   sin hacer ruido, de puntillas...
Lo vemos, pero como todo,
cuando ya es tarde, cuando ya ha pasado,
cuando ya lo ha devastado todo...
y es que no me quedan argumentos racionales

            —No los hay—

para mostrar una obviedad demasiado obvia,
una evidente evidencia,
                                   sabida por todos e ignorada por la mayoría,
una probabilidad que sólo se duela con su contraria,...
algo que todo el mundo ve con los ojos de la clarividencia
y que no quieres ver, haciendo elogio de tu sombra.

¡Ojalá yo y los otros nos equivoquemos y suceda un milagro!

No quiero ser profeta.







                                   XX

                   “Y la suya  es una hemorragia constante,
                                lenta, que no se ve, pero que lo va vaciando de
                               vida”  ( Ana María Moix: Un árbol en el jardín)

       Vivo hacinado en un montón de sombras sin rostro...
                        Sólo soy un maltrecho punto,
                                   empujado por una fuerza sobrenatural,
 de la que no puedo renegar,
que sigue una senda camino del no saber dónde va
y de la incertidumbre,...

         Sí, esa senda donde cada uno tiene asignado un trayecto,
 que otro continua,
 y que miles de humanos
 transitan ignorantes de que sus iguales también siguen ese camino.

         La ansia del que busca una mano a la que aferrarse,
que lo guíe,...
pero se encuentra un alambre melenudo
                                     de zarzas que le hace retroceder
a la  opacidad.

         La luz entre sombras que ansías coger,
pero que nunca puedes:
         las sombras se adueñan de ella.

         El retallo, verde, que brota en el árbol
que había sido pasto de la sequía,
pero que es comido por los animales.

         La cabeza de unión que es cortada para la desunión.








                                   XXI
                                                                              Ya está la soledad surcada y rota.
                                                                              (José Hierro)

                       ¿En un museo?

                        Miraba,
         absorto y meditativo,
                        un cuadro,
de esos que relatan las secuelas materiales de la Guerra Civil.
Una señora se acerca y me pregunta:
                        “¿Qué ves?”
                        Yo le contesto:
                        “El ayer en el hoy”.
La mujer me mira como si hubiese cometido un crimen;
Coge su cámara de fotos instantánea y me echa una foto:
“¿Y ahora?”— preguntó la señora—.
Yo le replico: “El hace un momento en el ahora”.
Nuevamente,
la señora coge su cámara de fotos y se dispone a efectuar el disparo
sobre la imagen del cuadro;
desafiante me pregunta:“¿Y ahora qué?”
... de las tinieblas fue emergiendo la imagen.
Yo le dije: “Esto no es más que el ayer en el hoy
                                                mediante el hace un momento en el ahora”
La señora se marchó pensando no sé qué de mí;
cuando salí estaba en la puerta;
yo dejé caer, con desdén, una sonrisa...;
la señora me invitó a un café; yo acepté...

El cuadro no era más que una foto en blanco y negro del año 1939;
la señora también era yo;
no tomo café;

por tanto, me tomé una manzanilla y lo hice solo.



                            XXII
                                                           A Guiomar.

                                                                              “¿Quieres que conservemos una dulce
                                                                              memoria de este amor?
                                                                              Pues amémonos hoy mucho y mañana
                                                                              digámosnos ¡adiós!”
                                                                              (Gustavo Adolfo Bécquer: Rimas).

                                 Y en esta vida,...

Y en esta vida ...
        
         la bruma de la duda me abruma,
         el futuro proyectado una y otra vez hacia
 el pretérito,
         los pequeños eventos agradables del día a día:
                        grandes acontecimientos;
         un desliz, insignificante:
                        una gran tragedia griega
         —todo presagia que habrá  que abandonar esta celda de humo—

..., pero fuera
   
         una brújula sin aguja y con letras borrosas,
         una gran pendiente ascendente
                        con campos sembrados y abonados
de sumas, restas…, y  las operaciones edificando
              el día a día.
         Marañas de rosales sin rosas;
         humanos animales hambrientos de instinto,
                        devorados por el instinto,
                        con  el raciocinio en posición off
                        y almendras desnudas sin cuajar,
         los modelos deplorables importados de la caja boba.
         La fauna social

Una odisea ...

         partir del futuro pretérito,
         donde los recuerdos nadan nuevamente por el presente,
un viaje con principio
         y tal vez,
                        sin fin,
         un viaje con mucho de suicida
         para despertar,
                         respirar tu rostro
                                   y ver como compartimos nuestra respiración.






                            XXIII

                                               A Guiomar.

“Así que no andes lamentando
lo que pudo pasar y no pasó:
aquella noche que fallaste,
tampoco fui a la cita yo.”
(Joaquín Sabina: Tratado de impaciencia número 10).

                     ¿Y después qué?

Te regalé un poco de mi ser,
en el que había mucho de mi metafísica

         —estaba gobernada por ti—

         y tu no me has dado
                                   ni  un poco de tu ser
         y, por supuesto,
                                    nada de tu metafísica:
                                               ni una palabra,
                                                           ni una respuesta,
                                               ni una señal de vida.







                                   XXIV

                                      “Hay tantas verdades irreductibles como
                                                               puntos de vista.”
                                                               (Ramón Pérez de Ayala: Belarmino y Apolonio.)

         Retrato en perspectiva diafenomenal.

¿Qué soy?
         Lo que tu ves
         + lo que se vio en el pasado y está en el ahora
         + lo que yo veo
         + lo que los demás ven,
...

Un segundo después...

         La suma de puntos de vista:
todo sigue igual y yo ya no soy el mismo.







XXV

                                              

Las amistades en el devenir temporal.

 Ayer,
no éramos más que  unos cuantos trozos de hierro,
con un objetivo claro,
pero con una funcionalidad difusa,...
diferentes tamaños, diferentes volúmenes, diferentes pesos...

El  día a día, en su fragua,
por la  necesidad, por el contacto...
con fulgor y fragor nos soldó
y nos revistió de la sencillez y aquello funcionó.

Hoy,
el óxido ya aparece por la superficie del fuselaje,
las primeras grietas son lágrimas
que dicen que el alma de la soldadura se resquebraja.
Una esporádica llamada telefónica
reviste de pintura y silicona las grietas,
pero sigue siendo un remiendo trasnochado,
al igual que al moribundo agonizante unas drogas alargan su agonía.

En el mañana,
No quiero ni pensarlo:
... las drogas ya no surtirán efecto,
los remiendos serán ineficaces,
el olvido echará tierra a la memoria
“el sordo llanto del dolor”
cuando algo ha muerto ya no se puede resucitar.






XXVI

                               A Guiomar.

Tu pasado pasó. No me lo cuentes.
Tu futuro... Lo ignoras. Y yo el mío
Fluyendo hacia el mar no pasa el río.
Mírale ahí con nuestros dos presentes.
(Jorge Guillén)

Un ahora pensando en  un después.

Ahora,
que no tengo lo que tuve,
daría todo,
que no es más que nada,
por tener lo que no tengo.
Esto sería la felicidad del tendría.

¡Ahora comprendo muchas cosas!:

la afanada dedicación a naderías,
la negación de lo superfluo empírico,
el nado en mares sin cielo, sin tierra, sin oleaje, sin vientos;
una “contravoluntad” que me arrastra una y otra vez
a un mismo sitio,
terrenos de desolación,
de imperios de nada,
de unos cuantos recuerdos grabados
como los surcos que deja la lava del volcán,
la madurez reflexiva de unas cuantas páginas y varias dioptrías,
de eventos inverosímiles realizados por y en un mismo sujeto:
la historia de ver  la luz en una villa abandonada
y poblada por las sombras.

¿Dónde está lo que necesito para completar esta mismidad?


XVII

                        La última cena.

No podía ser de otra manera:
un día
lluvioso,
deidades que recriminan comportamientos,
-—metafísica hija de miedos—
Calamidades
que vienen a acusarme de no sé qué que no he hecho,
un fuego,
agónico,
muriendo mientras vive en plena lucha con la atmósfera,...

Los comensales no son 12, ni 13,...
no son hijos de dioses, pero sí que hay un dios,...
Me siento...
            utópico como Marx en Estados Unidos,
            incompleto como un morfo sin morfema,
            perdido como un enamorado sin nadie a quien amar,
            desorientado como un filólogo sin texto,
            irritado como una pluma sin tinta,
            desarraigado como un desterrado fuera de su tierra,
            solo como un ser social sin fauna social,...
¿Es éste el mal sabor de la soledad?
Estoy más acompañado que  otras veces
y
me siento más solo que nunca.






                                 XXVIII
                                                              
                                                           “Vida en la negación es la que se vive
                                                                              en la ausencia del amor.”
                                                                               (M. Zambrano)

                        Mortal y diosa griega

Tu vida has convertido en un  imposible improbable;
en potencial anhelo de lo que fuiste;...

Para mí,
 no eres más que un texto surrealista,
                                   un texto sin conectores.
Cuando esta borrachera de arte acabe
            no serás más que un recuerdo
                        de lo que fuiste.

Hay un humo mentiroso que puebla y contamina
tu vida:
         de una falacia hiciste tu verdad,
                                   porque has llegado a creértela

¿Formación humana?
            Eso,
para ti,
         es una trivialidad:
creyéndote  que has sido más, siempre has sido menos;
siendo inferior, siempre te mostraste superior.

Tu soberbia
          no es más que un mojón de gran altura
                        en roca viva      
         que quiere abrazarse con el suelo.

Tu instinto egocéntrico
         es el que día  a día hace que te niegues a ti misma y lo que eres tú.

Tu  egofilia
         es la enfermedad que padeces por no dar la parte de ti que es para otro.
                        ¿Y ahora qué?

Tu hipocresía
          son los recuerdos, que desconoces,
de una clase social que se extinguió hace unos cuantos siglos.
                        ¿Lo sabías?

Espera que pase el tiempo
y verás como pisoteo
            y ando sobre tus   r u  i   n   a   s...

Espera, espera y verás
                        como las flechas de veneno narcótico,
las que tienen dormidos a los vitalistas,
                                   a los que disparaste
y de las que tú misma inhalaste,
...despierten...                           espera, espera      y        verás.
                        Ahora,
duermen y no sienten el dolor que les causaste,
pero un día despertarán
y volverán  por ti,
                          ignorándote.

¿Cómo puedes ser así?
Vienes vestida de puritana,
                        de Santa Mujer,
                        de altruismo personificado,
y tras de sí vas dejando un reguero de sombras heridas.

“Llamo desgraciados a los condenados a esperar siempre”

¿Tu subconsciente?
Son aguas de fango metálico;
Una piscina por la que aparece y reaparece
un recuerdo que fue         y          no         será:
un hombre que entra,
                        mete la mano
y sale despavorido y agobiado
por la entrada, que es la salida
inmersa de humo.

Negación. No,  perdón ... tu negación. No eres más
                                                           que una falaz imagen.

         ¿Todavía no lo ves...?
Has querido ser la primera en todo
y estás detrás del humo que vuela a ras de tierra y empaña tu vida.

El tiempo hablará contigo.
                                                           Ya lo verás.





                                   XXIX

                                               A Guiomar.

                                               “Nuestra pasión fue un trágico sainete
                                                                              en cuya absurda fábula
                                                                              lo cómico y lo grave confundidos
                                                                               risas y llanto arrancan.”
                                                                              (Gustavo Adolfo Bécquer: Rimas)

       Reflexionando una noche bajo un acrónimo  confuso.

            Pasaron segundos, minutos,
días, semanas, meses, años,...
—creo que siete u ocho—
hasta lanzarme en  un vuelo  regenerador
y arrojarme al vacío,...

Con desdén me enviaste la indiferencia
y me contexto sin contestarme,...
            Caminó el recuerdo
de los arcos
tridimensionales sobre los que duermen
agazapados,
reinando,
tus ojos bajo un leve tejado capilar;
tu vestido de almendra mudada:
blanca por fuera,
marrón por dentro;
tu peinado esnobista
de Oliver Aton;
la imagen del que tiene algo
que tuvieron reyes;...

Al soplo del Boreas pasan las hojas de la Odisea.

Pasan días, semanas, haces de éstas,...
ya se ve el fondo del  abismo,
al que tú me enviaste:
una gran losa blanca,
         marmórea,
         escultórica,
como tú,
y marchita y caduca,
como yo.





                                   XXX

                                      A Guiomar,

                                                               Muy tierno el beso, junta
Sin cesar dos afanes.
La respuesta  es pregunta.
(Jorge Guillén)

                 Mi alrededor  habla de ti.


            Todos los días me acuerdo de ti y no sé por qué...

¿Será el silencio,
 que con su melodía monótona,
se posó en mi balcón
y a picotazos me está destrozando el alma?

¿Será el deseo de engendrar en la Belleza platónica?

¿Serán las calles habitadas por el frío
 las que me susurran en silencio tu nombre?

¿Será que,
 en todos sitios,
está la tierra fértil de tus ojos?

¿Será la presencia de tu ausencia
que siempre me acompaña?

¿Será que la patria,
la que te vio crecer y,
ahora,
te ve muy de vez en cuando,
tiene desparramado en toda su extensión tu sabor
y sabe a ti?

¿Será que cuando me acerco a ese potencial semicementerio
también estás tú?

¿Por qué será que cuando se habla de mujeres pienso en ti?

¿Por qué será que los pronombres personales
sólo son tres:
tú más yo es igual a nosotros?

¿Por qué será que mi corazón se marchita anhelando  sed de tu rostro?

¿Por qué será que cuando se habla de literatura creo en ti?

¿Por qué los jilgueros se posan en tu ventana y,
en la mía,
lo hacen pájaros negros,
los heraldos negros?

¿Por qué  una pluma que se desliza
por mi rostro me recuerda los maderos de tus labios,
los que no diste a probar y en los que me crucificaste?

¿Por qué
un poema,
una paradoja,
 la sinrazón
 se fundamenta y
estructura por ti y en ti?

No sé que es lo que vería  en ti,
que sin verte,
te veo en todos sitios.




                                                                       A mis padres.
                                   XXXI

                                                           A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela  nuestra propia cara.
(Jorge Luis Borges).

                                  Mar

            Pesaroso, resquebrajado, fragmentado,
huero en el alma, desgajado,
poblado de ausencia, inadaptado,
saciado de costumbre, entimismado,
harto de no comunicación y besos
que huelen a cementerio de tu claustro.

            A cada paso,
desganado,
sin sed de vida,
voy abriendo brechas orgánicas y mis heridas;
oigo su moribundo crujido sordo...

            El agua,
teñida de substancias minerales,
indiferente,
arriba, con vaivenes de cuna
y su canción monótona en sibilante empobrecido,
a besarme
con mecánica irregular
los pies.

            Mis iguales diferentes:
humanos esparcidos como metralla
 retando despóticos al astro diurno;
él les contesta con un soplo de erupciones cutáneas,...

            Fusión de azules y llantos sordos;
¡Tú, que traes y llevas!
¡Tú, que vienes y vas!
¡Tú, que eres continente y contenido!
¡Tú, que has sido y eres otros!
¡Tú, cristalino espurio que te resignas!
¡Tú, historia y testigo mudo del devenir!
¡Tú, que has oído y visto tantas cosas!


            ¿Has oído hablar de lo que  pasó
con un poeta
malogrado con su inspiración?

—Sí, una caracola me dijo que en el silencio,
                                                     en  el temor
                                                         y  en  la niebla de la nada
 te rendiste sin haber empezado a luchar.
Recuérdalo
y recuerda vivir.