Incluyo aquí, junto a la portada, la introducción, prólogos... y una selección de poemas, porque Diario sin fechas no tiene un gran valor literario, ya que se trata del primer poemario que escribí. Tiene simplemente el valor textimonial de ser reflejo de un modo de sentir en una época determinada.
Para
la presente edición, por respeto a quien colaboró conmigo, he dejado el
poemario tal y como se engendró en su día, a excepción de dos títulos que he
cambiado, de un poema que he quitado, de unas dedicatorias que he suprimido y
del verso libre que he retocado. Mi consejo es que el lector obvie el prólogo, la introducción y demás y, una vez
que haya concluido la lectura, vuelva a
ellos, si así lo quiere, con el fin de que no le mermen su potencial capacidad
receptiva.
Miguel Ángel Rubio Sánchez.
A
20 de mayo de 2004 en Albacete
“ Y el escribir a solas, sin finalidad, sin proyecto,
porque sí, porque es así, puede ofrecer
el
carácter de una acción trascendental,
que
sólo porque se trata de una humanísima
acción no podemos llamarla sagrada.
Más algo tiene de rito, de conjuro y,
más aún, de ofrenda, de aceptación del
ineludible presente temporal, y de transitar
en el tiempo, de salirle al encuentro, como
él hace, que no nos abandona. Y como al fin
el tiempo se mueve, hace moverse al ser
humano;
moverse es hacer algo, hacer algo de verdad
tan sólo. Hacer una verdad,
aunque sea escribiendo”
(María Zambrano: El hombre y lo divino).
A Francisco Javier Llamazares,
que me
apoyó
como nadie lo está haciendo en mi
faceta
literaria.
En
este mundo de locos cuerdos,
el
único cuerdo es un pobre loco.
(Lope
de Vega).
Un diario es un simple
instrumento de la memoria, aunque no todo lo que se recuerda se haya vivido realmente
o, por lo menos, no del mismo modo.
(Francisco G. Delgado: La mirada
del otro)
Nuestras
horas son minutos
cuando
esperamos saber,
y
siglos cuando sabemos
lo
que se puede aprender.
(Antonio
Machado)
“ Demócrito de Abdera se arrancó los
ojos para poder pensar,
el
tiempo ha sido mi Demócrito.”
(Jorge Luis Borges: Elogio de la sombra).
Introducción por Francisco
Javier Llamazares.
Las páginas que
aparecen a continuación y que propongo como una introducción al poemario que
tú, lector, tienes entre las manos son el resultado de mis observaciones y
lectura personal de estos poemas durante los meses en los que se ha ido
gestando esta incipiente criatura poética.
Así pues, aunque mi propósito no es el de hacer aquí un ejercicio de
crítica literaria, no puedo evitar mi condición de estudioso y mi modo de
acometer de manera analítica mi idilio con la literatura. Temo que no sea este
el lugar más adecuado para un trabajo de estas características, intentaré
hacerlo lo más acorde posible.
Dice Octavio Paz
que “no todo poema —o para ser exactos: no toda obra construida bajo las leyes
del metro— contiene poesía[...] Hay máquinas de rimar pero no de poetizar. Por
otra parte, hay poesía sin poemas; paisajes, personas y hechos suelen ser
poéticos”. Pues bien, aquí Miguel Ángel Rubio consigue aunar ambos, aprehende
lo poético y lo engendra bajo la forma de un poema, que no es sino la
intersección donde coinciden la poesía y el hombre. El poeta, Miguel Ángel, es
el hilo conductor, el eslabón que logra tan místico encuentro. Debo reconocer
el asombro que me produjo lo que vi al asomarme a la ventana de este Diario
sin fechas, al contemplar este pequeño lugar sin límites. Yo pude leer los
primeros poemas de nuestro autor y la evolución ha sido considerable, lejos de
aquellos versos encorsetados bajo las rígidas formas del metro clásico, nos
encontramos aquí con un tratamiento verdaderamente poético de motivos
universales como son el amor, el ser, el tiempo o el espacio. Y aunque el
poemario pudiera dar la sensación de una
serie de poemas inconexos y aislados, nada más lejos de la realidad, como
intentaré demostrar a continuación.
Toda la obra se
encuentra atravesada por tres temas fundamentales que la dotan de una
estructura interna que le da sentido. Y no sólo la dotan de una estructura
interna, sino que nos muestran las obsesiones que martillean, cual Vulcano
forjando hierro a base de golpes, la percepción de los mundos imaginarios
posibles de nuestro autor. Estos ejes vertebradores que ya mencioné con
anterioridad son: en primer lugar, un conjunto de poemas que podríamos agrupar
bajo el marbete existencial, donde el poeta se pregunta qué es y cuál es su
cometido. Destaca “retrato en perspectiva diafenomenal” en el que el
protagonista poético contesta a la siempre angustiosa pregunta ontológica sobre
el ser y concluye: “un segundo después.../ la suma de puntos de vista/ todo
sigue igual y yo no soy el mismo.”. En segundo lugar, encontramos un grupo de
composiciones de corte amoroso, tan propio de los poetas que comienzan a
abrirse camino. He de destacar la
composición número XXX, “Mi alrededor habla de ti”, donde el poeta se interroga
sobre como la ausencia de su amada, la hace presente en todos los lugares. Y,
por último, están aquellos poemas que configuran la poética del tiempo y del
espacio del autor, dotando a los dos grupos primeros de unas coordenadas
espacio temporales, esto es, el cronotopo desde el que ese intimista yo lírico
se detiene a contemplar el devenir de la vida.
Es cierto que
estos son los ejes vertebradores que se
encuentran, a modo de nervios, vehiculando e imbricando entre sí todas las
composiciones de Diario sin fechas, pero no es menos cierto que son ,
tan sólo, la cabeza visible de un amplio abanico de motivos desarrollados a lo
largo de la obra. No podemos olvidar la condición de filólogo que ostenta
nuestro manchego de Lezuza y, por tanto, vemos una serie de metapoemas en los
que Miguel A. Rubio intenta resolver algunas inquietudes teóricas. Podría
seguir descuartizando la criatura poética que con tanto esfuerzo a parido
nuestro autor, pero creo que ese no es el objeto del presente trabajo. Eso sí,
me vas a permitir un último análisis crítico. Todos los temas y motivos que ya
he glosado, se encuentran desarrollados de una manera universal que dotan a los
versos que los contienen a la deseada inmortalidad literaria, aunque mucho me
temo que dentro de unos meses no los recuerde ni el gato. Por esto, aprovecha
querido Miguel Ángel tu evanescente
momento de fama, aunque sólo sea entre tus amigos.
Fco.
Javier Llamazares González.
Murcia
a últimos de Junio del 2004
Prólogo por Mario
Carrero Chinchilla
Ciertamente, ni siquiera los primeros balbuceos, el
silabeo iniciático de los más grandes poetas de la historia, y léanse tantos
como uno quiera, provocan en el panorama literario de su tiempo una
multiorgásmica deflagración en cuatricomía que triza al tiempo el parnaso
literario de la nación afortunada, que sin duda pronto rendirá al flamante
prócer el abrumador homenaje de calles y plazas y estatuas y balas con su
nombre, y la apacible existencia del, nuevo pero definitivamente, poeta, ese
niño con alas malheridas, que dijo Miguel D´Ors. Ese estallido inopinado, ese
punto de inflexión, si llega, queda para las primeras obras serias, y es la
apócrifa dictadura de la siempre respetable crítica (por si acaso) la que se
ocupa de tales marbetes. Es por ello que en vez de un megalítico estudio, con
introducción, análisis, conclusión, ruegos y preguntas y notas al pie, y
canapés y agradecimientos y camisetas con su nombre a manos de un consagrado
inquisidor heurístico me corresponde a mí, que ni soy exegeta ni soy humilde,
ni mucho menos servidor de nadie, y tampoco poeta, aunque sí amigo, dibujar
apenas las líneas de fuerza de Diario sin fechas.
Un juego: imaginen un mundo sin cruces donde un
demiurgo al que de un modo del todo casual llamaremos Platón determina que la
existencia se estructura, se plasma, se completa y se dirime en un doble juego
de zonas de luz, en un dédalo de espejos enfrentados donde arriba es tesis y
abajo es praxis. I wonder if you can, Lennon mediante… Imaginen ahora, en un alarde de anacronismo y
estrambote, que las núbiles ideas cuya sombra proyectada verticalmente ad
infinitum erige un no-mundo que varios astrónomos decidieron, no sin polémica,
recompensar con la muy sólida onomástica de Tierra. Ahora piensen en Borges. Deléitense.
Piensen de nuevo en Borges —nunca es demasiado, o tal vez demasiado es casi
nada—, pero esta vez no como ente físico, sensible, corpóreo y mensurable,
terrícola en suma, sino como conjunción ectoplásmica e interestelar de ideas
que, invertido el proceso, o tal vez completado en un prodigio de
retroalimentación (discúlpese la jerga), al ser Borges concreción contaminada
de la idea de Borges, y ser al mismo tiempo, ya en el limbo celeste, una
segunda idea de Borges (por su excelencia, por qué no, demiurgo, tirano o
introductor, apenas importa) sublimación incorpórea de la suprema encarnación
de Borges, con discípulos superando al maestro, moldes rotos, grandes
expectativas rebasadas y demás ornamentación de lugares comunes como
justificación. Si este mundo dúplice tuviese cruces, alguien hubiese escrito
que Borges, hijo de un Dios menor, descendió al mundo (y ángeles, y profetas, y
crucifijos pero no velos en Francia, claro) con todo un testamento de
mandamientos literarios en piedra –—si hubiese cruces, el escriba se hubiese
muy bien ganado una por tergiversar—, y que con su obra habría dignificado y
probado la idea de la divinidad, y al tiempo habría redimido todos los pecados
que, ¡oh, literatura! se cometen en tu nombre.
Pues bien, en un diario sin fechas reaparece, si no el
propio Borges, porque una sotana de paso refractario y alcanfor declama
vehemente en la televisión pública, sí sus obsesiones, sus tiempos, sus
espacios, sus aprecios, sus fobias. En la galería de espejos que se desafían a lo
largo de un corredor que es clépsidra, aunque nunca el mismo río, y cuya
existencia espectral y replicante, casi copulativa, tanto hubiese horrorizado a
quién no podía verse, asimismo, reflejado —tal vez la única reflexión que no le
estaba dada—, un Diario sin fechas recoge el influjo borgiano de un modo
transparente, desde la elección de citas hasta la entrevisión de mundos,
pasando por sus imágenes y sus mitologías. Pero no sólo es Borges. La
combinación precisa, la aleada coalescencia de un Gabriel y Galán y su desgarro
de la España
profunda, su folclorismo enternecido, con la pintura crepuscular y terrosa de
un Machado, con la trilceza universal de Vallejo y con quién sintiera Fervor
de Buenos Aires da un personalísimo cromatismo a una voz que se antoja más
personal que entonces (En busca de una voz poética), mas aun tierna.
Ciertamente, en su colección de mariposas capturadas
en desvelado vuelo, vuelo de mariposas y vuelo de poeta, Miguel Ángel Rubio
acude a la libertad ineluctable del poema narrativo, sin más fronteras que las
del alma ni más compromiso que su verdad irreductible, despojándose del yugo de
miel de la rima y del insobornable rigor del metro clásico, consciente de la
impertinencia del neón en la catacumba de su introspección, ora descriptiva y
reposada, ora entrecortada y palpitante, en ocasiones tópica pero siempre
singularmente formulada.
Decir que el desamor y sus anhelos, la muerte, la
soledad o el paso del tiempo hacen salmódica aparición entre los versos del
poeta es apenas el corolario sine qua non del silogismo poético. Sin embargo,
la semántica conjunta, el imaginario intencional del poemario excede a la
inefabilidad de los reseñados puntos cardinales al adentrarse, en leve sondeo
por lo general, en metapoesías, mitologismos, invectivas y sumarios vitales,
avenidas secundarias en el mapa de esa nación de pájaros que se llama Alma, o
tal vez libro. Diremos entonces que el centro de Diario sin fechas está
en todas partes, y que su circunferencia es ninguna, porque la idea de alma, de
su alma, recae hoy, casi diluvia, en estas páginas —caducifolias, me temo— ,
transida ya de mística ansiedad, de unitiva pulsión que devuelva a los versos
de Miguel Ángel Rubio, en el mundo sin cruces que dibuja su pluma, la idea de
un alma que se hizo poesía y que era el río, pero ya no era, o será,
definitivamente el mismo río.
Mario
Carrero Chinchilla
Unas
palabras del autor.
Sin duda alguna, al empezar esta especie de
introducción, sólo tengo palabras de gratitud para todos aquellos lectores que
compartieron conmigo la ilusión de mi primera obra: En busca de una voz
poética. Creo que eso de obra es algo muy grandioso para lo que fue
aquello; yo, más bien, diría que no eran más que unos ejercicios métricos, torpes,
como los primeros pasos que da cualquier escritor por el mundo de la creación
literaria. A pesar de todo, de alguna manera, ya aparecen vertidas algunas de
mis concepciones y teorías sobre la vida, la literatura y demás, como por
ejemplo: la noción de héroe moderno, es decir, el héroe que nace con la novela
moderna y que es ése que no tiene cabida en la sociedad; un ser inadaptado que
no tiene más remedio que vivir la vida al margen de lo que le ofrece la misma
por no estar de acuerdo con la realidad circundante y espiritual. En cambio,
junto a lo anterior, aparecían parámetros de lo que es la concepción temporal
decadente que nos ha legado el cristianismo; además, ya aparecía algún que otro
verso que remitía a una intertextualidad de intertextualidades; por último,
otro de los conceptos que en aquel libro aparecía era la importancia de la
literatura en la vida y el idealismo que ello aporta a la realidad. ¿La Realidad o el Deseo?
Ahora,
ya fuera de metros clásicos y de las imposiciones de la rima, en esta obra, me
dispongo a encontrar una voz más personal, porque aquí ya no me instalo en los
usos amorosos de la poesía de XVI, ya no estoy sometido a un corpus sistemático
de reglas, aunque había lirismo, lo restringen y le dan un tono de
inautenticidad. Ya, algunos versos de este libro, sí que veo esa voz poética:
con esa sintaxis entrecortada reflejo de mi alma, unas palabras que van
derramando y esparciendo tristeza por donde aparecen. En definitiva, una voz
honda, personal, teñida de ocres, de ecos becquerianos, de nostalgia
machadiana, de tristeza vallejiana y de experiencia literaria y personal.
Se
preguntaran ustedes que de dónde he sacado este título y qué significa. Al
principio, el título que iba a dar nombre a este poemario era Poemas de un
poeta recién llegado a la poesía, pero, después, cuando pasó el tiempo, eso
empezó a no gustarme y divagando me encontré con este otro: Diario sin
fechas. Sí, y es que la verdad es ésta: todos los poemas que aparecen aquí
fueron escritos en el período que abarca desde el mes de julio del 2003 hasta
el 25 de diciembre del mismo año. Puesto que en mi vida es una constante la
asistematicidad, no apunto fechas cuando escribo, ni lo que tengo que hacer día
a día: eso es impensable y así lo he plasmado en esta obra. Algunos me dicen
que estoy loco, pero la locura, en los términos en los que yo la entiendo, es
un halago.
Me
preguntaban algunos de los lectores de mi otra obra que cuánto de realidad
había en la misma; yo, mientras pensaba
qué contestarles, les decía que la realidad alimenta a la ficción, pero
que, a su vez, la ficción, la fantasía pueden generar más ficción. De hecho,
aunque no lo parezca, el contenido de realidad que llega de la poesía al lector
es mínimo o, más bien, muy restringido —y a la vez universal—, porque la idea
que llega a la mente del receptor es fruto de un doble proceso de subjetividad,
es decir: en primer lugar, el poeta se encuentra con una realidad objetiva,
como puede ser su experiencia, sus fantasías, sus reflexiones, sus lecturas y,
en definitiva, su vida misma.; en segundo lugar, el hacedor, escritor,
aprehende subjetivamente esa realidad ya sea sensible o espiritual y la
transforma en un poema, que es un hecho objetivo; por último, esto llega al
lector, que se enfrenta a la actividad de interpretar hermenéuticamente, aunque
de manera viciada, ese hecho poemático con sus prejuicios, manías, lecturas,
sensibilidad..., y le da un significado totalmente subjetivo, personal y, desde
luego, válido.
No
obstante, dejando a un lado todas estas teorías, quisiera agradecer a Francisco
Javier Llamazares todo lo que ha hecho por mí: asistió al nacimiento de cada
uno de estos versos —de hecho fue el primero en leerlos— y me señaló algunos
retoques que precisaban algunos de ellos; por otro lado, me aportó ideas para
mejorar el libro, como la inclusión
de dibujos; pero, sin lugar a dudas, lo
más importante tal vez sea que, siendo menor que yo, todos los días me da
consejos de padre, consejos que me ayudan a vivir, a soportar la intrincada
realidad y las incógnitas que día a día se me presentan. No guardo más que
buenos recuerdos de su persona desde que llegué aquí a Murcia y es que no ha
parado de hacer cosas por mí. Creo que una buena manera de mostrarte mi
gratitud y mi deuda intelectual es dedicarle este libro. Gracias por ayudarme a
entender que una cosa es la realidad y otra es el deseo.
Del
mismo modo, quisiera agradecer a Mario Carrero el seguimiento que hizo de este
libro y del otro en esa ciudad que ya es un género literario: Madrid. Mario,
compañero de estudios en Ciudad Real y amigo vital en el antes y el ahora, fue
el que guió un poco mis pasos por el mundo de la poesía, porque defectos tiene
muchos —los propios de un genio que tiene que aprender al margen de los que le
oferta una realidad caótica, mezquina e insuficiente—, pero un buen criterio
para esta manera de entender la vida también lo tiene. Algo aprendí de él, de
su dificultad y de La prisa de Juan Carlos Suñén. A todo lo anterior,
hay que añadir ése, su Diccionario
surrealista, que me iba enviando por correo electrónico. Además, hay una
cosa que no se me olvidará nunca y es que, cuando el agua de la tormenta
difuminaba el rostro a la realidad, estuvo más que nadie a mi lado.
De
ninguna manera se me podía olvidar dar las gracias a quien, cuando tuve que
emprender un camino diferente, persiguió que en la distancia nos mantuviera
unidos el recuerdo de un pasado aledaño y común y, en la proximidad, la
cercanía misma, a pesar de tener dos horizontes de expectativas distintos. Me refiero
a Higinio Gómez. Simplemente gracias.
De
igual manera, si soy equitativo, debo hacer referencia a una historia que a fin de cuentas está
relacionada con este libro. Su argumento versa sobre como conocí a María José
Nicolás. Y es que la conocí por casualidad. Lo recuerdo perfectamente. Fue el
primer año que llegué a Murcia, es decir, el año pasado, cuando no
recordaba haberla visto por clase,
empezó a aparecer con dos compañeras y lo que comenzó como unas esporádicas
charlas sobre Gramática Histórica, terminó en una gran amistad, porque, como
ella misma me dijo, detrás de esa fría coraza que me recubre, encontró una gran
persona y un gran amigo. De hecho, se ha convertido en mi confidente, en mi
apoyo de Murcia. Si no llega a ser por ella, no tendría el libro dibujos,
porque el dibujante inicial se echó atrás y ella me comentó la vocación que su
padre tenía de artista. Así ha sido como su padre, Antonio Nicolás, se ha
convertido en el dibujante que ha plasmado su manera de ver la realidad por medio
de mis poemas en este libro. Ha demostrado ser un hombre muy comprensivo, porque, cuando le di
las gracias, comprendió que los bolsillos de los estudiantes están igual que la
despensa del Lazarillo de Tormes, que por no haber, creo que no hay más que telarañas;
él simplemente me dijo que a los jóvenes artistas hay que ayudarlos. Gracias a
ambos.
Viendo
que esto se va configurando como un capítulo de agradecimientos, no se me puede
pasar dar la gracias al profesor D. Ángel Munera Martínez, que dio acogida a
éstos, mis hijos del alma, en el periódico El cirio cascarrín. Por otro
lado, no puedo dejar de agradecer lo que mis padres pusieron a mi disposición:
fue una pequeña biblioteca de la que sin duda puedo decir que este libro es
hijo, porque en los libros están escritas todas las vidas habidas y por haber.
No
todo pueden ser palabras de agradecimiento, porque, para una persona que, como
yo, es adicta a la amistad, me hace mucho daño que el tiempo y las distancias
—tan sólo dos palabras— nos separen, aunque estéis pendiendo del mismo hilo,
del hilo del recuerdo, no nos vemos casi nunca. Pero contra eso no se puede
luchar y la comunicación se puebla de silencios. Sin embargo, hay quienes,
cuando nos vemos, se escudan en un luego tomamos algo o en un mañana nos vemos,
sabiendo que mañana y luego son el cumplo ahora y el mañana ha de ser nunca.
Eso no me gusta nada, pero es su manera de entender las amistades —o de
quitarme del medio— y yo la respeto, aunque, obviamente no la comparto. ¡Qué
curioso!, luego me llaman loco, porque en las tardes noches de soledad suelo
unir versos con mi sombras en mi habitación, pero de más locos es dejar que, en
una amistad, sea el silencio el que hable y condenarla así a un rutinario
olvido.
Sin
más dilación, os deseo que disfrutéis de estos poemas surgidos de la vida y de
la literatura. No puedo despedirme sin pretender una cosa: la poesía es una
forma de reflexionar sobre la vida, es decir, de aprehenderla y de actuar ante
ella y no, como han tratado de ver algunos, un vehículo de cotilleos. ¿Qué
importa si esto lo escrito yo? ¿Qué importa si esto es Realidad, Fantasía,
Ficción, Ensueño, Fantasmas o lo que sea? Lo importante es ese sentimiento y la
manera de plasmarlo. De aquí, no de otro lado, se pueden aprender muchas cosas.
Ya me contaréis.
Miguel Ángel Rubio Sánchez.
12
de enero de 2004 en Murcia
Después
de siete meses de silencios, reunidas las diferentes partes, me acerco de nuevo
a ésta, mi criatura poética, y me ocurre lo mismo que con la primera obra: no
estoy muy de acuerdo con parte de ella.
De hecho si tuviera que sacar ahora En busca de una voz poética,
simplemente no lo haría; la destruiría porque no suena a mí: esa voz no es la
mía, aunque sí lo son parte de los sentimientos que en ella mueren. Parece que
esto de contemplar las cosas desde la distancia, como decía Francisco González
de Ledesma, te da otra perspectiva de las cosas. No obstante, en aquellos
momentos es lo que mi alma me dictaba —ahora lo plasmaría de otra manera—,
pero, a pesar de ello, lo voy a dejar tal y como nacieron para que vosotros,
por un lado, veáis la evolución y para que yo, por otro, me cerciore de que los
errores están ahí y que hay que trabajar para mejorarlos. Cuando releo poemas
como utópico encuentro místico, me percato de que ahí está mi voz en duelo con la de otros
poetas y, tal vez, en ese momento, estuviera muy influenciado por las lecturas
de aquel entonces. Creo que esos poemas tienen mucho de influencias y poco de
personal —son casi una continuación de la primera obra—. Junto a estos poemas,
hay otros en los que sí soy yo plenamente, en los que late mi sentimiento
adosado a mi voz. Aprovechando la ocasión, os anuncio que de la tercera obra, Realidad
de la realidad, llevo escritos veinte poemas, aunque esta tardará algo más.
A todo lo anterior, me gustaría comunicaros que, también, estoy escribiendo una
novela de la que llevo escrita la mitad. Su nombre es Amor en pretérito
eterno.
Miguel
Ángel Rubio Sánchez
Lezuza a 13 de julio de 2004 en una
tarde noche de silencios y de absurdos.
I
A Natalio Avendaño
“El mundo es una
actividad de la mente”. (J.L.Borges).
Tierra de mi abolengo.
La
tierra,
en la madrugada,
se ha vestido con un manto de escarcha;
bordones morados y ramas de sangre
cuajada;
grietas que son venas de ausencia.
Tierra castellana, blanquecina y mustia.
Los
árboles
—mutilándolos y alargándoles la agonía—
vida y sentido de la existencia misma:
hijo de esta tierra que muere
clamando un porqué al cielo;
a la inversa, superficie lisa y de
esperanza
que desembocas en las arrugas de una piel
que abraza y muere en la tierra.
Las
hojas cayeron al suelo,
a morir,
sin haber sido verdes,
porque no estás...
Los borrones nacen sabiendo que serán
fulminados
con los primeros hielos de marzo y
abril,
porque no quieren no verte...
Todos
ellos,
en su diálogo mudo con el aire
le preguntan: “¿Dónde está?”;
él, con soplo sutil,
apunta al cielo.
—Las cosas se niegan a existir sin ti—.
La
choza,
alegría de su tiempo,
refugio
de telarañas,
búnker
que perdió su razón de ser.
Los ritos de evasión
crepitan en la ceniza
tu espíritu hacedor .
—El paisaje y mi alma son un mismo significado—.
Aunque
ciegos, habéis visto tantas cosas
y todo para nada: ahora allí;
antes aquí;
después
memoria moribunda
para unas cuantas décadas
II
A
Manuel Lozano que, ante todo, demostró ser
un amigo cuando tuve que abandonar a los
otros amigos y enfrentarme a la realidad de
unas caras
con el rostro por definir. Gracias.
“[...]para el
mediocre la felicidad consiste en
ser mediocre.”
(Friedrich
Wilhem Nietzsche: El Anticristo)
Nosocomio
Solemnidad, que albergas muerte;
—SUFRIMIENTO—
mole a imitación de catedral dejada de
la mano de Dios
—de los que padecen y ven padecer.
Anhelan muerte
para liberarse del no vivir—.
Termómetros alcohólicos;
algodones y sedas blancas
empañan tulipanes morados;
sábanas blancas almidonadas
con sudores estertores;
olor a formulación y evanescencia.
La vida se duela con la muerte
falacias
de verde esperanza;
fehacientes
tragedias de rojo cromático.
Antes
o
después
la muerte siempre vence.
Los rostros:
textos de postrera tinta indeleble y cuadros
de dibujos cambiantes
que relatan
—en no creyentes con
circunstancial fe ciega—
la ante mortem.
Tu nombre
eterno y
pretencioso: ” Hospital”:
es,
fue y
será
anuncio y taquilla del Leteo.
III
“Somos una sucesión
de presentes
difuntos.”
(Francisco de Quevedo).
Por
las calles de esta ciudad
Hoy,
que será siempre,
camino hacia el templo de la sabiduría,
me he encontrado con una fuente de
piedra
rugosa, áspera, marchita, sin adornos,
con un estanque estancado en el que el
agua era verde.
Ahí,
se veía la imagen duplicada del paisaje:
una iglesia con una torre mirando hacia
el infierno, unos edificios...
Yo he vuelto para ver mi imagen narcisa
y melga,
pero sólo he visto una silueta,
sin rostro,
sin nadie;
un espectro,
una sombra,
Mi
nada.
IV
“Y no es de extrañar que los más profundos
problemas no sean
problema alguno.”
(Ludwig Wittgenstein: Tractatus logico philosophicus)
El soldado y la paloma.
Una
blanca paloma
espera y espera
y,
mientras espera,
se le puede ir la vez
y hasta la vida.
Hay un soldado,
que tiene a esta blanca paloma,
comiendo en su mano.
como pájara,
astuta
y como blanca,
pura.
Él la coge y le dice:
“¡Márchate! ¡No te quiero!”
Ella vuelve;
se posa a sus pies,
mirándolo,
esperando ávida
algo más.
Él
se ha marchado al frente,
a
luchar;
ella está cautiva en su libertad,
porque él es su soplo,
su aliento,
su hado y su vida:
—le falta algo—
Ella,
antes de conciliar el sueño,
se pregunta:
“¿Volverá por mí?”
“¿Se acordará de mí?”
El eco y la nada responden con el
silencio
... y concilia el sueño,
soñando con él.
V
A
Leticia Jiménez por ser así
y
porque hemos paseado muchas
veces
por este lugar.
“[...]lo que tenemos puede no hacernos
felices, pero lo que nos falta nos hace ciertamente desdichados”.
(A.
Schopenhauer).
El patio
Otra
vez aquí,
en este lugar,
poblado por los zureos de las
palomas,
por la evanescencia de unas voces,
por la sombra de los que pasean,
por las pisadas que va dejando el sol
mientras pasea por el día.
Te
veo,
pero no con los ojos que te vi:
nada ha cambiado y todo es diferente.
Un año más;
un año menos de vida.
El dichoso fluir temporal
constante, incesante y corrosivo.
Los
escalones descarnados,
desnudos,
en roca viva,
aguantando día tras día
las pisadas
de sabios, estudiantes,
trabajadores y buitres.
Y
yo, aquí,
pensativo,
dubitativo,
solo, leyendo Maneras
de estar solo
e intentando encontrar
razones en medio de la Nada.
VI
A
Guiomar
“Yo me seré epitafio al
caminante,
pues le dirá sin vida el
rostro mío:
“Ya fue gloria de amor
hacerme guerra”
(Francisco de Quevedo: Poemas
amorosos).
Utópico encuentro místico
Un
alma, la mía,
ansía ver la luz de la otra. Algo:
una mirada,
una respuesta,
una palabra,...
Mi
amada,
como gota de agua en el tiempo que
resbala por un chuzo
[con el fin de desaparecer,
rosa blanca que mudaste hacia gladiolos y
lirios,
no sabes,
no quieres,
has olvidado,
no puedes leer mis versos.
Jamás ansié tanto una llamada
y jamás tardó tanto:
—tal vez nunca llegue—
Me ignoras
y evitas tan sin hacer ruido.
Has llenado la mitad de mi vida;
has sido motivo de esta mi vida;
me has dado tanto y yo te he
dado tan poco:
—-no te he dado nada—
Nunca estará completo este vivir
muriendo:
pues yo moriré sin vivir en ti,
ya nunca podrá salir mi alma de
este cuerpo.
Hay un corazón que muere mientras vive.
Nunca podré participar de Dios.
VIII
A Guiomar
“¿Qué es amor?”, me
preguntaba
una
niña. Contesté:
“verte
una vez y pensar
haberte visto otra.”
(Antonio Machado)
“desearon dormir y
obtuvieron los dones del sueño.”
(Homero:Odisea).
Encuentro metaonírico.
Anoche, soñé que soñaba
—¿Ensoñaba que soñé?—
—¿Soñé que ensoñaba?—
que mi amada me musitaba
unas
palabras al oído:
eran toda ella.
Yo le di mis labios:
eran todo mi ser y mi metafísica
Ella
contempló su belleza en mis ojos;
yo, la mía, en los suyos
y nuestras almas estuvieron,
por unos momentos,
con Dios.
[...]Desperté y allí estaba la neblina
que empaña mi vida;
el aire,
con sus dedos invisibles,
jugaba y acariciaba las cortinas;
ella no estaba,
pero le había dado un soplo de
literatura
a mi vida.
IX
“Ese sabor
hipnotizado que me vino a la boca: un ruido como de cristales rotos en el fondo
horrorizado de mi cráneo.” (Mayra Montero: Dorso de diamante).
Nausicaa,
Ulises y Homero. (II)
¡Nausicaa,
tu nombre se ha convertido en un dolor
de cabeza;
en una flecha rotativa, punzante y
estridente
que me devora el cerebro
y me taladra la entrañas!
¡Nausicaa,
tu imagen es un espectro que me sigue
y me persigue;
es un depredador
y un apelativo que pertenece
a la memoria del olvido,
pero que vive y reina en mi presente!
¡Nausicaa,
hace ya tiempo que abandoné tu isla;
abandona mi vida,
mi memoria, mi recuerdo,
mi cuerpo, mis palabras
y déjame morir mi vida!
¿Nausicaa,
es que no te das cuenta?
Ulises te abandonó:
Homero te ignora;
ambos sólo tienen un deseo:
PAZ.
...Me das miedo.
X
“Uno vive robando.
Robando aire para
respirar” J.L.Borges
Las
calles
de tierra desmayada
albergan inquietas
los recuerdos de amor al odio y
muertes vivas.
Las
gentes
caladas por la necesidad
sólo
sabían de rosas de hambre,
nenúfares
de necesidad
y
gladiolos de desigualdad.
Los niños asimilaron,
en la escuela de la vida,
que la mayoría de edad para cultivar la
madre tierra
son
ocho años.
Pero
como una chispa en un mar de oscuridad,
Alguien
iluminó que las almas se pueden expresar:
lidió batallas
contra profecías
porque lo mantenía vivo una batería anémica.
las calles olieron la ilusión y
se vistieron de expresión humana..
Un
dios griego escupió
fatalismo
en el anfiteatro
de aquel acontecer:
como los hijos de la ira, la unión quedó desperdigada.
Aquel
corazón de latidos inconstantes
esparció
semillas de resurrección:
las almas
prolongadas volvieron a sonar
eran los niños del ayer en los niños del
hoy;
las gentes dijeron que sí:
las
calles recordaron la vida.
Ya los
veo:
pero
no son más que dados rodando con
rostro de interrogación
—la incertidumbre ya no
les permite rodar sobre la ilusión—
la presión invisible de un
infierno de metal que
los detiene
para
desvanecerlos.
Otro dado ocupa su lugar...
son
menos los dados que ruedan al son de tu imán de religiosa esclavitud.
XI
A
Higinio Gómez.
“Su temperamento era
el de todo hombre de
talento, y consistía
en una mezcla de
misantropía, sensibilidad y entusiasmo”
(Edgar Allan Poe: La caja oblonga).
Los trazos de una vida
Esta odisea comienza cuando yo contaba unos meses.
Y se llama Odisea, porque es un viaje sin retorno
de un hombre que ya es un héroe.
Ab initio...
La
semilla,
que ya lleva impresa la potencial
muerte,
se soterró en la tierra
en la habitación de una casa de pueblo,
con unas paredes puras
de
tres manos de enjalbegado
y una humedad en las raíces que,
como bestia hambrienta,
lo va devorando;
un terrazo ondulado, con el cemento atrincherado...
La infancia...
recuerdos
—anhelando resurrección—
de una parra, un perro, gallinas, una
California y los Joal en miniatura;
unas tapias de cal...
otras veces,, la unión de las rocas en vivo,
en
medio del monte,
las ratas que se mueven medrosas
y con libertad por el pajar...;
fue desempeñar la labor de un hombre
cuando no había aprendido a ser niño.
La adolescencia...
Jornadas bucólicas,
pero fuera de
la literatura,
sin literatura y con mucho realismo
—empiezan antes de salir el sol;
terminan bien
entrada la noche—
Los días de solsticio
preparando forraje para el invierno
—estos personajes de fábula y bucólicos
comen todos los días:
cada día es igual al
anterior—.
No hay tiempo para más,
los estudios quedan a un lado.
Vivir la semana
deseando que
llegue el fin de semana:
el humo del tabaco
frena la
rutina, envuelve y diluye las
penas;
la soledad queda consumida
en el fondo de los vasos de cerveza
y los vodkas con limón.
—Saboreando amargura sin haber saboreado dulces—
Hoy,
está por ahí,
en algún lugar,
controlando las directrices
con una esfera que luce un
rombo;
combinando engranajes,
midiendo fuerzas,
calculando dimensiones,
cerrando la espita de las
válvulas y los calderines
—pssssssss...—
y con la mirada puesta en el i n f i n i t o
de las líneas de la
carretera,
monologa su soledad
con el asiento del acompañante
que se queja del peso del vacío...
Éstas carreteras no se acaban nunca,
se repiten
—son tiempo griego—
son la vida de una persona.
Pasa un día[...] y otro[...] y
otro[...],
esperando que llegue el fin de
semana
para enterrar el cansancio en las
sábanas.
Y todo vuelve a empezar.
XII
La palabra, en cuanto letra, ha de ser justa,
precisa, insustituible, fiel a la idea que expresa.
Una vasija de finísimo cristal a cuyo través se ve el licor de su
significado. La vasija no ha de verse.
Es un simple recipiente que impide que la idea se derrame.
( Artículo)
A
José Lucas que, antes que yo, también vagó
por estas calles.
Esta ciudad
Estas calles angostas y
estrechas,
pobladas por el recuerdo del ayer,
donde no está mi ayer,
que son de otro tiempo. Sí,
del siglo XVII y un libro hablando.
La
ciudad está más viva que nunca:
los grillos cantan
y hasta el silencio les
responde.
La
catedral,
grisácea como el buche de palomo, dándoles cobijo.
Entre esos claros y obscuros
se levanta la admiración del espectador,
al que tú respondes con los zureos que
espían.
¡Qué
triste!
Éstas sólo serán unas cuantas páginas
de ese libro que se llama vida,
que Dios y yo
escribimos
en nuestros ratos libres.
¡Fíjate!
Los músicos no están
y la noche ha echado a los
enamorados el manto de la oscuridad.
El río, aunque gloria de otro
tiempo, fluye y está.
Lo habitan unos
cuantos patos
que nadan en la contaminación.
Ésta es una ciudad
para verla por la noche.
XIII
Si
entendemos, entendemos
porque nos hemos
emocionado.
(Carlos Bousoño)
A todos mis amigos de aquella época.
Un recuerdo
Aquella ciudad es algo más
que unos
recuerdos en pretérito perfecto,
que humanos con aspiraciones de dioses,
en un mundo en el que no
hay más cielos;
que unos edificios en los que primaba
la estética
sobre la funcionalidad.
Fue algo más que la vida en la celda de
un claustro dejado de la mano de Dios,
donde se celebraban los días de diario
por ser de diario;
la marihuana que crecía en las ventanas
de enfrente;
el ruido pasajero y fugaz del AVE;
el subir y bajar por unos caracoles con
un hongo metálico
fueron los primeros pasos por y hacia
la
madurez;
fue la primera decisión que guiaría el
rumbo de mi vida:
fue la elección de una disciplina en la
que el sujeto puede decir algo;
fue el sentirme enteramente vivo;
fue la elección de hacer
lo
que no acabaría como esperaba,
-—concluiría en otro lugar y con otra
gloria—;
fue el conocimiento de una poca poesía
por el que no sabía que tenía
algo de poeta;
fue la prueba de que lo fundamental
no deja de ser trivial;
fue la confirmación de los pasos
por
el camino de
la soledad;
fue el encuentro con nuevos ideales;
fue el primer contacto con viejos sabios
fue la comprensión de la palabra
amistad;
fue la asimilación de la palabra
trabajo;
fue dar vida a un corazón atrofiado;
fue la aproximación
a la posibilidad de tener una
visión diafenomenal de la realidad.
Ahora,
aquella ciudad forma parte de mi
ser,
es presentez en el presente,
es presentez del pasado
Es algo,
que quedó
atrás y vive en el ahora.
XIV
A
Guiomar
Pisando la tierra
dura
de continuo el hombre
está,
y cada paso que da
es sobre su
sepultura.
(Calderón De La Barca )
¿Y qué es la vida?
Parece que la vida es algo más...
que
un teatro tramoyista
dirigido
por unos cuantos absolutistas;
que una historia sin acicate,
que se repite hasta lo
inmemorial
una y otra vez,
con distintos personajes, en
distinto tiempo
¿Y en un espacio
distinto?¿Distorsionado?
que unas huellas, en la lluvia,
para ser borradas
por
la memoria del olvido
que un derecho utópico:
ser feliz;
que una certeza absoluta:
la muerte,
que ya viene sembrada y abonada
en la semilla.
que una metafísica surgida del
miedo
para justificarlo.
que
un
viaje
en
paracaídas.
que una lucha eterna
para unos mismos perdedores.
que una búsqueda de razones
en medio de la
Nada.
No. La vida es poesía y poesía podrías
ser tú
XV
“Llegó la noche y no
encontré un asilo,
¡y
tuve sed!... mis lágrimas bebí,
¡y
tuve hambre! ¡Los hinchados ojos
cerré para morir!”
(Gustavo Adolfo
Bécquer: Rimas)
¿Es que ha muerto alguien?
El día de hoy era diferente:
un día descosido de la continuidad,
parecía un día difunto:
el tiempo dejó de fluir:
todo estaba en quietud,
no había nadie, nadie y nadie;
no se oía nada. Sí...:
el oxígeno, nitrógeno y argón
con sus dosis
de monóxido de carbono,
—eso que llaman aire—
con sus pasos sibilantes,
sólo los mustios árboles me advirtieron
tu presencia,
en las hojas temblorosas,
que se mueven al son de tu soplo;
la fuente
no echa agua, es una taza
que alberga el remanso y la quietud;
las campanas
no suenan;
los maniquíes
han dejado de bucear por los
escaparates;
las palomas no están y los zureos no se
oyen.
¿Qué ocurre? ¿Es que ha muerto alguien?
XVI
[...] el deber
primero de los hombres es
precisamente
estar como tales en la tierra,
conocer
el mundo que les rodea y sentirse parte
de él.
(Ricardo Gullón)
A
José Manuel Romero.
La leyenda y yo,
En torno a mí,
no hay más que una Leyenda:
su parte de verdad tiene
y
su parte de mito posee.
Sí,
pero es que ha surgido de la nada
y, como tal, ha de morir en la nada.
¿Cómo se ha engendrado?
Yo sólo creo tener certeza de una cosa:
he hecho lo que debía y también me he
equivocado.
Me he mantenido al margen
y, sin engendrarte, te he abonado,
sólo haciendo lo que tenía que hacer:
ser fiel a mis principios;
ser leal a mi decoro;
renunciar a los esnobismos;
rechazar muchos buenos momentos;
...
¿Qué es todo esto?
El nacimiento de un héroe moderno;
la semilla de un mito;
un camino con un principio incierto
y con un final
confuso y difuso,
pero con una nota que lo define:
un proceso continuo, progresivo
e irreversible
—creo—
hacia la soledad.
XVII
A
Basilio Pujante Cascales
Mirar el río hecho de otro tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos
perdemos como el río
y
saber que los rostros pasan como el agua
(Jorge
Luis Borges: El hacedor).
Tiempo
El tiempo corre ansioso,
como el fuego que está siendo
empujado por el huracán,
donde ayer es hoy;
hoy es
mañana y
mañana es la
muerte.
¿Qué es lo que hay al final
de este camino
para ansiarlo con tanta urgencia?
No sé, todo es tan pasajero y
fugaz
que no te da tiempo a pensar nada,
porque, cuando menos lo esperas
y más vivo
estás,
la vida es esclava de la muerte.
XVIII
Es curioso, pero vivir consiste en construir
futuros recuerdos.
(Ernesto Sábato).
Hacia una década de decadencias
En el ayer todo empezó, que parece
hoy,
y terminará en el mañana
que no tardará en ser hoy.
Ésta es una sucesión de hechos que no
se puede llamar
historia
porque no tienen cohesión.
Al principio,
al
igual que en otras muchas vidas,
que
quieren aferrarse a algo,
se
empieza buscando,
sin
saber lo que se busca;
luego,
sabiendo
lo que se busca, se vuelve
para
encontrar
una
lucha, sin tregua,
contra
el hado
—sólo había más ganas que
aliento—,
pero fueron las fiestas de todos
para todos
por toda la ciudad;
fue la época de la obediencia
ciega a un ideal
que no tenía existencia
—yo ya lo veía—
no,... no era más que una sombra
volátil y efervescente que ya iba
diluyéndose
en
su nada, en sus incoherencias,
y en su no decoro.
Llega
el momento de la anagnórisis:
un
desengaño no puede mantener
viva
una
ilusión.
Todo
ha sido un viaje del menos a lo menos.
Siempre ha sido y será lo mismo
para los mismos:
una
historia en tiempo griego.
Ya han pasado, p
a s a
n o pasarán
diez
años
y no queda más que esa
melancolía del recuerdo
por
el que unas cuantas sombras
todavía
se pasean;
el
sustrato de unas cenizas,
en
las que ninguna ave fénix
puede
ya renacer,
porque ya es historia de unos
cuantos muertos dispersos
que
hacen las veces de zombis,
porque
todavía creen en algo..
La duda me sume en el qué hacer:
Ser individuo antisistema;
permanecer en el sistema
pasivamente;
abandonar el sistema;
....
Ahora, ya,
en
lo alto del camino,
no hay aliento, ni tampoco ánimo.
XIX
“El
amor es una rencilla que se
resuelve en el lecho.”
(Andrés de Luna: El hogar del fuego).
Tu
elogio de la sombra.
A
pesar de todo, t o d o c o n t i n ú a:
el
tiempo pasa sigiloso,
como el felino que acecha su presa,
sin
hacer ruido, de puntillas...
Lo vemos, pero como todo,
cuando ya es tarde, cuando ya ha
pasado,
cuando ya lo ha devastado
todo...
y es que no me quedan argumentos
racionales
—No
los hay—
para mostrar una obviedad
demasiado obvia,
una evidente evidencia,
sabida
por todos e ignorada por la mayoría,
una probabilidad que sólo se
duela con su contraria,...
algo que todo el mundo ve con
los ojos de la clarividencia
y que no quieres ver, haciendo
elogio de tu sombra.
¡Ojalá yo y los otros nos
equivoquemos y suceda un milagro!
No quiero ser profeta.
XX
“Y la suya es una hemorragia constante,
lenta, que no se ve, pero que lo va vaciando
de
vida”
( Ana María Moix: Un árbol en el jardín)
Vivo hacinado en un montón de
sombras sin rostro...
Sólo
soy un maltrecho punto,
empujado
por una fuerza sobrenatural,
de la que no puedo renegar,
que sigue una senda camino del
no saber dónde va
y de la incertidumbre,...
Sí,
esa senda donde cada uno tiene asignado un trayecto,
que otro continua,
y que miles de humanos
transitan ignorantes de que sus iguales
también siguen ese camino.
La
ansia del que busca una mano a la que aferrarse,
que lo guíe,...
pero se encuentra un alambre
melenudo
de zarzas que le hace retroceder
a la opacidad.
La
luz entre sombras que ansías coger,
pero que nunca puedes:
las
sombras se adueñan de ella.
El
retallo, verde, que brota en el árbol
que había sido pasto de la
sequía,
pero que es comido por los
animales.
La
cabeza de unión que es cortada para la desunión.
XXI
Ya
está la soledad surcada y rota.
(José
Hierro)
¿En un museo?
Miraba,
absorto
y meditativo,
un
cuadro,
de esos que relatan las secuelas
materiales de la Guerra
Civil.
Una señora se acerca y me
pregunta:
“¿Qué
ves?”
Yo
le contesto:
“El
ayer en el hoy”.
La mujer me mira como si hubiese
cometido un crimen;
Coge su cámara de fotos
instantánea y me echa una foto:
“¿Y ahora?”— preguntó la
señora—.
Yo le replico: “El hace un
momento en el ahora”.
Nuevamente,
la señora coge su cámara de
fotos y se dispone a efectuar el disparo
sobre la imagen del cuadro;
desafiante me pregunta:“¿Y ahora
qué?”
... de las tinieblas fue
emergiendo la imagen.
Yo le dije: “Esto no es más que
el ayer en el hoy
mediante el hace un momento en el ahora”
La señora se marchó pensando no
sé qué de mí;
cuando salí estaba en la puerta;
yo dejé caer, con desdén, una
sonrisa...;
la señora me invitó a un café;
yo acepté...
El cuadro no era más que una
foto en blanco y negro del año 1939;
la señora también era yo;
no tomo café;
por tanto, me tomé una
manzanilla y lo hice solo.
XXII
A
Guiomar.
“¿Quieres que
conservemos una dulce
memoria
de este amor?
Pues
amémonos hoy mucho y mañana
digámosnos
¡adiós!”
(Gustavo
Adolfo Bécquer: Rimas).
Y en esta vida,...
Y en
esta vida ...
la
bruma de la duda me abruma,
el
futuro proyectado una y otra vez hacia
el pretérito,
los
pequeños eventos agradables del día a día:
grandes
acontecimientos;
un
desliz, insignificante:
una
gran tragedia griega
—todo
presagia que habrá que abandonar esta
celda de humo—
..., pero fuera
una
brújula sin aguja y con letras borrosas,
una
gran pendiente ascendente
con
campos sembrados y abonados
de sumas, restas…, y las operaciones edificando
el
día a día.
Marañas
de rosales sin rosas;
humanos
animales hambrientos de instinto,
devorados
por el instinto,
con el raciocinio en posición off
y
almendras desnudas sin cuajar,
los
modelos deplorables importados de la caja boba.
La
fauna social
Una odisea ...
partir
del futuro pretérito,
donde
los recuerdos nadan nuevamente por el presente,
un viaje con principio
y
tal vez,
sin
fin,
un
viaje con mucho de suicida
para
despertar,
respirar tu rostro
y
ver como compartimos nuestra respiración.
XXIII
A
Guiomar.
“Así que no andes
lamentando
lo que
pudo pasar y no pasó:
aquella
noche que fallaste,
tampoco
fui a la cita yo.”
(Joaquín Sabina:
Tratado de impaciencia número 10).
¿Y después qué?
Te regalé un poco de mi ser,
en el que había mucho de mi
metafísica
—estaba
gobernada por ti—
y
tu no me has dado
ni un poco de tu ser
y,
por supuesto,
nada de tu metafísica:
ni
una palabra,
ni
una respuesta,
ni
una señal de vida.
XXIV
“Hay tantas verdades
irreductibles como
puntos
de vista.”
(Ramón
Pérez de Ayala: Belarmino y Apolonio.)
Retrato
en perspectiva diafenomenal.
¿Qué
soy?
Lo
que tu ves
+
lo que se vio en el pasado y está en el ahora
+
lo que yo veo
+
lo que los demás ven,
...
Un segundo después...
La
suma de puntos de vista:
todo sigue igual y yo ya no soy
el mismo.
XXV
Las amistades en el devenir temporal.
Ayer,
no éramos más que
unos cuantos trozos de hierro,
con un
objetivo claro,
pero con una funcionalidad difusa,...
diferentes
tamaños, diferentes volúmenes, diferentes pesos...
El día a día, en su fragua,
por
la necesidad, por el contacto...
con
fulgor y fragor nos soldó
y nos
revistió de la sencillez y aquello funcionó.
Hoy,
el óxido ya aparece por la superficie
del fuselaje,
las primeras grietas son lágrimas
que dicen que el alma de la soldadura se resquebraja.
Una esporádica llamada telefónica
reviste de pintura y silicona las
grietas,
pero
sigue siendo un remiendo trasnochado,
al
igual que al moribundo agonizante unas drogas alargan su agonía.
En el mañana,
No quiero ni pensarlo:
... las drogas ya no surtirán
efecto,
los remiendos serán ineficaces,
el olvido echará tierra a la
memoria
“el sordo llanto del dolor”
cuando
algo ha muerto ya no se puede resucitar.
XXVI
A Guiomar.
Tu pasado pasó. No me lo cuentes.
Tu futuro... Lo ignoras. Y yo el mío
Fluyendo hacia el mar no pasa el río.
Mírale ahí con nuestros dos presentes.
(Jorge Guillén)
Un ahora pensando en un después.
Ahora,
que no
tengo lo que tuve,
daría todo,
que no es más que nada,
por tener lo que no tengo.
Esto sería la felicidad del tendría.
¡Ahora comprendo muchas cosas!:
la
afanada dedicación a naderías,
la
negación de lo superfluo empírico,
el nado
en mares sin cielo, sin tierra, sin oleaje, sin vientos;
una
“contravoluntad” que me arrastra una y otra vez
a un
mismo sitio,
terrenos
de desolación,
de imperios de nada,
de unos cuantos recuerdos grabados
como los surcos que deja la lava del
volcán,
la
madurez reflexiva de unas cuantas páginas y varias dioptrías,
de eventos inverosímiles realizados por y en un mismo
sujeto:
la historia
de ver la luz en una villa abandonada
y
poblada por las sombras.
¿Dónde
está lo que necesito para completar esta mismidad?
XVII
La última cena.
No
podía ser de otra manera:
un día
lluvioso,
deidades que recriminan comportamientos,
-—metafísica hija de miedos—
Calamidades
que vienen a acusarme de no sé qué que no he hecho,
un
fuego,
agónico,
muriendo mientras vive en plena lucha con la atmósfera,...
Los
comensales no son 12, ni 13,...
no son hijos de dioses, pero sí que hay un dios,...
Me
siento...
utópico como Marx en Estados Unidos,
incompleto como un morfo sin
morfema,
perdido como un enamorado sin nadie
a quien amar,
desorientado como un filólogo sin
texto,
irritado como una pluma sin tinta,
desarraigado como un desterrado fuera
de su tierra,
solo como un ser social sin fauna
social,...
¿Es
éste el mal sabor de la soledad?
Estoy
más acompañado que otras veces
y
me siento más solo que nunca.
XXVIII
“Vida en la negación
es la que se vive
en
la ausencia del amor.”
(M. Zambrano)
Mortal y diosa griega
Tu vida has convertido en
un imposible improbable;
en potencial anhelo de lo que
fuiste;...
Para mí,
no eres más que un texto surrealista,
un
texto sin conectores.
Cuando esta borrachera de arte
acabe
no
serás más que un recuerdo
de
lo que fuiste.
Hay un humo mentiroso que puebla
y contamina
tu vida:
de
una falacia hiciste tu verdad,
porque
has llegado a creértela
¿Formación humana?
Eso,
para ti,
es
una trivialidad:
creyéndote que has sido más, siempre has sido menos;
siendo inferior, siempre te
mostraste superior.
Tu soberbia
no es más que un mojón de gran altura
en
roca viva
que
quiere abrazarse con el suelo.
Tu instinto egocéntrico
es
el que día a día hace que te niegues a
ti misma y lo que eres tú.
Tu egofilia
es
la enfermedad que padeces por no dar la parte de ti que es para otro.
¿Y
ahora qué?
Tu hipocresía
son los recuerdos, que desconoces,
de una clase social que se
extinguió hace unos cuantos siglos.
¿Lo
sabías?
Espera que pase el tiempo
y verás como pisoteo
y
ando sobre tus r u i
n a s...
Espera, espera y verás
como
las flechas de veneno narcótico,
las que tienen dormidos a los
vitalistas,
a
los que disparaste
y de las que tú misma inhalaste,
...despierten... espera, espera y
verás.
Ahora,
duermen y no sienten el dolor
que les causaste,
pero un día despertarán
y volverán por ti,
ignorándote.
¿Cómo puedes ser así?
Vienes vestida de puritana,
de
Santa Mujer,
de
altruismo personificado,
y tras de sí vas dejando un
reguero de sombras heridas.
“Llamo desgraciados a los
condenados a esperar siempre”
¿Tu subconsciente?
Son aguas de fango metálico;
Una piscina por la que aparece y
reaparece
un recuerdo que fue y no será:
un hombre que entra,
mete
la mano
y sale despavorido y agobiado
por la entrada, que es la salida
inmersa de humo.
Negación. No, perdón ... tu negación. No eres más
que
una falaz imagen.
¿Todavía
no lo ves...?
Has querido ser la primera en
todo
y estás detrás del humo que
vuela a ras de tierra y empaña tu vida.
El tiempo hablará contigo.
Ya
lo verás.
XXIX
A
Guiomar.
“Nuestra pasión fue
un trágico sainete
en
cuya absurda fábula
lo
cómico y lo grave confundidos
risas y llanto arrancan.”
(Gustavo
Adolfo Bécquer: Rimas)
Reflexionando
una noche bajo un acrónimo confuso.
Pasaron segundos, minutos,
días,
semanas, meses, años,...
—creo
que siete u ocho—
hasta
lanzarme en un vuelo regenerador
y
arrojarme al vacío,...
Con desdén me enviaste la indiferencia
y me
contexto sin contestarme,...
Caminó el recuerdo
de los
arcos
tridimensionales
sobre los que duermen
agazapados,
reinando,
tus
ojos bajo un leve tejado capilar;
tu
vestido de almendra mudada:
blanca por fuera,
marrón por dentro;
tu
peinado esnobista
de
Oliver Aton;
la imagen del que tiene algo
que
tuvieron reyes;...
Al
soplo del Boreas pasan las hojas de la Odisea.
Pasan días, semanas, haces de éstas,...
ya se
ve el fondo del abismo,
al que
tú me enviaste:
una
gran losa blanca,
marmórea,
escultórica,
como tú,
y
marchita y caduca,
como
yo.
XXX
A Guiomar,
Muy
tierno el beso, junta
Sin
cesar dos afanes.
La
respuesta es pregunta.
(Jorge
Guillén)
Mi alrededor habla de ti.
Todos los días me acuerdo de ti y no
sé por qué...
¿Será
el silencio,
que con su melodía monótona,
se posó
en mi balcón
y a
picotazos me está destrozando el alma?
¿Será
el deseo de engendrar en la
Belleza platónica?
¿Serán
las calles habitadas por el frío
las que me susurran en silencio tu nombre?
¿Será
que,
en todos sitios,
está la
tierra fértil de tus ojos?
¿Será
la presencia de tu ausencia
que
siempre me acompaña?
¿Será
que la patria,
la que
te vio crecer y,
ahora,
te ve
muy de vez en cuando,
tiene
desparramado en toda su extensión tu sabor
y sabe
a ti?
¿Será
que cuando me acerco a ese potencial semicementerio
también
estás tú?
¿Por
qué será que cuando se habla de mujeres pienso en ti?
¿Por
qué será que los pronombres personales
sólo
son tres:
tú más
yo es igual a nosotros?
¿Por
qué será que mi corazón se marchita anhelando
sed de tu rostro?
¿Por
qué será que cuando se habla de literatura creo en ti?
¿Por
qué los jilgueros se posan en tu ventana y,
en la
mía,
lo
hacen pájaros negros,
los
heraldos negros?
¿Por
qué una pluma que se desliza
por mi
rostro me recuerda los maderos de tus labios,
los que
no diste a probar y en los que me crucificaste?
¿Por
qué
un poema,
una paradoja,
la sinrazón
se fundamenta y
estructura por ti y en ti?
No sé
que es lo que vería en ti,
que sin
verte,
te veo
en todos sitios.
A
mis padres.
XXXI
A
veces en las tardes una cara
nos mira desde
el fondo de un espejo;
el
arte debe ser como ese espejo
que nos
revela nuestra propia cara.
(Jorge Luis Borges).
Mar
Pesaroso, resquebrajado,
fragmentado,
huero
en el alma, desgajado,
poblado
de ausencia, inadaptado,
saciado
de costumbre, entimismado,
harto
de no comunicación y besos
que
huelen a cementerio de tu claustro.
A cada paso,
desganado,
sin sed de vida,
voy
abriendo brechas orgánicas y mis heridas;
oigo su moribundo crujido sordo...
El agua,
teñida
de substancias minerales,
indiferente,
arriba,
con vaivenes de cuna
y su
canción monótona en sibilante empobrecido,
a besarme
con
mecánica irregular
los pies.
Mis iguales diferentes:
humanos
esparcidos como metralla
retando despóticos al astro diurno;
él les
contesta con un soplo de erupciones cutáneas,...
Fusión de azules y llantos sordos;
¡Tú,
que traes y llevas!
¡Tú,
que vienes y vas!
¡Tú,
que eres continente y contenido!
¡Tú,
que has sido y eres otros!
¡Tú,
cristalino espurio que te resignas!
¡Tú,
historia y testigo mudo del devenir!
¡Tú,
que has oído y visto tantas cosas!
¿Has oído hablar de lo que pasó
con un
poeta
malogrado con su inspiración?
—Sí, una caracola me dijo que en el silencio,
en el temor
y
en la niebla de la nada
te rendiste sin haber empezado a luchar.
Recuérdalo
y recuerda vivir.